miércoles, 28 de octubre de 2009

Remanente

miércoles, 28 de octubre de 2009
Hoy me queda claro que no hay peor dolor que un corazón roto. Cuando la muerte llega, siempre viene acompañada de la resignación. No hay nada que se pueda hacer. Cuando un amor muere, lo único que lo acompaña es un dolor indescriptible. Podemos intentar recordar lo malo, podemos repasar la lista de razones por las cuales fue la mejor decisión terminar con la relación, pero cuando los sentimientos sobrepasan la razón, y la añoranza se apodera del cuerpo toda lógica pierde sentido. Todo el tiempo que pasamos juntos se repite en nuestra mente como si la vida no fuera más que aquellos momentos. Perdemos el sentido y la sonrisa. Nos volvemos entes vacíos de brillo y juramos que jamás volveremos a ser así de felices. No puedo evitar el preguntarme ¿cuánto de nosotros se muere con el fin de un amor?

Si bien es cierto que el amor no muere, el dejar ir al ser amado podría ser un aproximado a la muerte del sentimiento. Todos los planes a futuro se ven súbitamente truncados como si de repente quedásemos paralíticos. No podemos movernos, no hay manera de respirar naturalmente y la vida parece que se nos va. Retomamos nuestra rutina sintiéndonos un poco menos felices, mucho menos brillantes y nada esperanzados. El día puede ser perfecto y soleado y aun así parece gris y sin emociones. Intentamos olvidar y dejar atrás el sentimiento que nos atormenta. Platicamos sobre el tema hasta hartar a nuestros amigos. Podemos hacer uso de algunos vicios para entumir el cuerpo y el entendimiento pero la cruda realidad llega irremediablemente, estamos solos. De nuevo solos. Todas las ideas y la certeza de haber encontrado finalmente a la persona que te hacía sentir completo se vienen abajo como castillos de arena golpeados por una ola. Todo el amor pierde dirección y sin tener quien lo reciba se queda dentro de nosotros volviéndose un tumor que parece terminal pero no nos mata. Partes de nosotros quedan mutiladas ante la terrible ruptura. La otra parte se queda con la sonrisa y el encanto mientras tu te quedas con el llanto y la desolación. Evitas lugares que puedan recordarte lo feliz que fuiste y te sientes estúpido al darte cuenta que no sólo lo recuerdas de cualquier manera, sino que por algún tiempo fuiste lo suficientemente idiota como para creer que podías ser tan feliz para siempre. ¿Cuál era el poder de la otra parte? ¿Cómo era posible que nos hiciera sentir así?

La química dice, que el amor es una reacción en el cerebro que lo obliga a segregar adrenalina, además de activar descargas eléctricas y mezclar hormonas. El cuerpo no nos está diciendo ¡adelante! sino ¡cuidado! Como sea ignoramos el llamado de la razón por la avalancha de sentimientos mágicos y maravillosos que nos ofrece el estar enamorados. La otra persona se vuelve parte de nosotros y no podemos creer que pasamos tanto tiempo sin ella. Buscamos incansablemente hasta llegar al momento del "te amo". Somos entonces nosotros los que otorgamos al otro el poder de lastimarnos. Somos nosotros los que decidimos y reaccionamos. Los que olvidamos el "yo" por el "nosotros", y los que cuando el "nosotros" se acaba no podemos más que intentar sanar al "yo". La otra parte puede tener millones de defectos de los cuales, claro está, estamos tan enamorados que no podemos verlos. No importa quién tuvo la culpa, el punto es que somos miserables. Apostamos todo y lo perdimos.

Poco a poco, conforme pasan los interminables días, vamos sanando. Nos sentimos cómodos con nuestra solitaria vida. Buscamos actividades que nos obliguen, aunque sea por un instante, a olvidar su cara. Poco a poco renacemos. Despertamos en la sala de urgencias de un hospital y vemos los daños. Ya no duele pero siempre vas a recordarlo. ¿Cuánto de nosotros perdimos? Todo, dimos todo y hoy no queda nada. Nunca volverás a ser el mismo. Nunca volverás a amar de esa manera ni a sonreír de igual forma. No eres la misma persona. Nunca serás quien fuiste con alguien como serás en la siguiente relación, y eso, eso es por lo que todo valió la pena. Aprendiste, reíste, lloraste, amaste. Quizá no fue el amor de tu vida, quizá sí y aun no lo sabes. La vida da tantas vueltas que -aunque suene trillado- lo que es tuyo regresa. Ahora eres una nueva persona, llena de nuevos sentimientos, nuevas sonrisas y nuevas alegrías. Volveremos a enamorarnos y a darnos en la madre. Porque aunque duela, el amor es así. Se mide en dolor. Cuánto amas es cuánto estás dispuesto a soportar. No es quedarse con lo malo, simplemente es el precio que se paga por lo bueno. Y lo bueno, vaya que vale la pena. Así que yo digo, levántate de la cama, arréglate como nunca, sal con tus amigos y vive la vida. Busca un trabajo que te llene y encuentra hobbies. Olvídate del helado y ponte a hacer ejercicio. Disfruta del sufrimiento mientras dure pues es parte de haber amado. Verás que algún día, por más lejano que parezca, retomarás las riendas y volverás a amar.






martes, 9 de junio de 2009

Adelante

martes, 9 de junio de 2009
Hoy fue un día de mucho aprendizaje. Aprendí sobre la vida de los grandes. Cuando sea grande quiero ser publicista. Crear, inventar sueños. No podría decir que fue un mal día pues tengo una sonrisa en los labios justo antes de dormir. Me di cuenta que la escuela y todos esos años en las aulas fueron experiencias maravillosas en ocasiones y fatales en otras, que al mundo laboral le importan poco. A mi me dejaron grandes amigos, buenos momentos y un montón de fotografías. Ya no volveré a sentarme en un pupitre y estoy en busca de un escritorio. En el camino de la vida no puedo evitar el preguntarme, ¿cuándo eres grande?

A pesar de todo lo vivido tengo un alma nueva. Quiero aprender a caminar por el mundo, a crecer y algún día ser grande. Evidentemente no soy un niño pero aun así me queda mucha inocencia. Me sorprende la capacidad que tengo de aprender. No hay maestros ni calificaciones. No hay respuestas correctas ni palomitas rojas en los aciertos. Hay experiencias, frustraciones y logros. La vida está llena errores y quizá sean ellos lo mejor que alguien pueda pedir. Las opciones y las decisiones se abren frente a mi. Confusión sin duda. Ahora es momento de experimentar. Voy tropezando sin control, me caigo y me levanta la motivación por crecer, por crear y por vivir. Me siento impaciente por el futuro. Quiero que todo suceda en un instante. No quiero saborear sino atragantarme pero ni modo, a pequeños mordiscos me acabaré el mundo en su momento. 

Vine al mundo para ser grande como todos. Para evolucionar en una vida tan corta que probablemente no será suficiente para todo lo que quiero hacer, pero no por eso pretendo dejar de intentar. Me encuentro cometiendo todos los errores posibles y quiero aprender a dar lo mejor de mi. A no fallar de la misma manera. Nunca pensé que la incertidumbre resultara tan divertida. Siempre tomé el camino seguro, aquel que me diera la certeza de ganar. Ahora me doy cuenta que quiero tomar el otro, arriesgarme a la frustración de que las cosas no salgan como esperaba y ver como improviso para salir del problema. Creo que los grandes son aquellos responsables de si mismos. Los que no se olvidan que se puede jugar a cualquier edad. Los que crecen con experiencias y no con años. Los que nunca se hacen viejos. Eres grande cuando tomas como jardín de juegos al mundo entero. 

La vida es un tiempo en el espacio que muere y renace constantemente. Los finales son inicios de ciclos espirales, uno te lleva al otro. Se mezclan y se separan por las circunstancias y uno sólo puede navegar agarrando fuerte el timón para no perder el rumbo. La brújula es el deseo, el deseo por llegar a las estrellas, por dibujar constelaciones. Quiero ser grande porque quiero vivir. Y sin darme cuenta estaré pronto caminando entre gigantes. De eso estoy seguro.

miércoles, 29 de abril de 2009

Chic Flick

miércoles, 29 de abril de 2009

Cuando pensamos en relaciones amorosas es inevitable recordar las imágenes de la pantalla grande. Han sido Hollywood o Disney los responsables de que el común denominador de la gente busque fantasías imposibles en realidades sentimentales. No digo que la magia proyectada en el cine no pueda vivirse o que existan historias reales que superen a la ficción, pero matener una relación cuesta mucho esfuerzo. La mayoría de los conflictos no se superan simplemente queriéndo o amando, no encontramos a los malos de la historia por la voz de una ardilla, ni habrá una tormenta tropical en nuestras vacaciones de verano que nos obligue a conocer el verdadero amor. No hay mucha gente dispuesta a hacer lo necesario para que la relación continúe, todos esperamos un cuento de hadas pero cuando las cosas se complican un poco apagamos la tele. No puedo evitar el preguntarme, cuando de relaciones se trata ¿cómo hacer que funcionen?

 

Es cierto, las relaciones amorosas son quizá las más difíciles de lograr. Por principio de cuentas encontrar a alguien que valga la pena es una labor ardua y lleva por lo general mucho tiempo. La parte más fácil es quizá enamorarse, el enamoramiento nos encanta. Los primeros meses, las primeras salidas, el primer beso y todo lo demás resulta genuinamente emocionante. Unas cuantas citas y descubres detalles de la otra personalidad que no te gustan y se acabó, una raya más al tigre. Si las cosas prosperan y el enamoramiento va dando paso al amor hay dos opciones, o sales corriendo muerto de pánico por el compromiso venidero o entras con todo a una nueva relación. Ambas opciones son válidas y deben ser consideradas dependiendo de las disposición personal. Si no estás listo para una nueva relación, ni le muevas. No tiene sentido perder el tiempo y lastimar a alguien. Si por el contrario tienes la certeza de querer vivir en dos, entonces éntrale con todo. No hay miedos ni rencores pasados.

 

Sigues conociendo a la persona, adaptando tu vida y tus necesidades a su vida y sus carencias. ¿Qué hacer entonces? No te detengas, saca tu verdadera personalidad desde el principio. Así después no habrá tantos malos entendidos. Pretender que sus manías no te molestan sólo hará que el recurrimiento a las mismas te parezca insoportable y viceversa. Habla las cosas, negocia. Si no existe una comunicación real y sincera entre ambos la relación será insportable y muy probablemente muy corta. Después de un tiempo razonable y en acuerdo por ambos, llega el momento de conocer a los amigos. Si les cae bien y se llevan a toda madre, qué gusto. Si por el contrario todos juran que tu pareja es un hongo, ostra, mueble o sencillamente insoportable, sigue intentando. No hagas caso a lo que todos te digan, si estás con alguien es por que tu así lo decidiste. Nunca le vas a dar gusto a toda la gente, el punto es ser feliz con quien lo decidas. Si las amistades son verdaderas permanecen y hacen su mejor intento. Busca razones para enamorarte. Ese famoso bolero que dice “yo para querer, no necesito una razón, me sobra mucho, pero mucho, corazón” miente. Para que todo funcione debes estar por completo seguro y convencido de que estás enamorado. Encuentra esos detalles, esos momentos, esas razones por las cuales compartir tu vida, tu tiempo y tu corazón con esa persona en específico vale la pena.

 

Los problemas y conflictos cotidianos se irán resolviendo poco a poco. Sin embargo, habrá momentos cruciales en los que la incertidumbre y la confusión tomarán tus pensamientos por sorpresa. Si algo muy desagradable se presenta al punto de hacerte querer mandar todo al diablo, piénsalo bien. No se vale tronar y regresar cada fin de semana. Evalúa tu relación de la forma más fría posible. Dale oportunidad a la lógica, al sentimiento y a la contraparte de exponer sus puntos. Es cuestión de dos. Si has sido el culpable, pide disculpas, olvídate del orgullo y trata de enmendar el error. Si por el contrario, tu no has hecho nada malo, no te pongas en plan de víctima ni verdúgo. Una relación no es un juicio donde expongas y castigues al agresor sino un ambiente abierto al diálogo. Si logran superarlo es muy posible que la relación se vuelva mucho más fuerte, pero ojo, si el comportamiento se repite y no se corrige, cuidado. Puedes estar sacrificando más de ti de lo que valdría la pena.

 

Ahora sí, es tiempo de la fantasía. Se creativo en demostrar lo que sientes. Has de cada día una experiencia. Estoy seguro que cuando se acaba el romance, cuando dejas de enamorar al otro, es cuando ya no vale la pena. Así que yo digo, actúa tus partes favoritas de las películas, inventa, improvisa y déjate llevar por el momento. No olvides la pasión y la aventura. Enamórate perdidamente y pierde el aliento. No hay nada mejor que caer en el amor si alguien está ahí para cacharte. Quién sabe, quizá de la manera más inimaginable, serás el protagonista de la mejor película. Una filmada en tiempo real y sin guión.

martes, 14 de abril de 2009

De la voz

martes, 14 de abril de 2009
De la nostalgia han nacido muchos pensamientos que llenan mi cabeza últimamente. Me siento muy libre, tan libre como cuando corría por el jardín de mi casa a los seis años. La vida sin duda en la niñez es mucho más simple. Los niños creen en fantasías, juegan con lo que sea y sobre todo dicen la verdad compulsivamente. Mientras vamos creciendo encapsulamos los pensamientos y los sentimientos. Nos transformamos de transparentes a opacos quizá sin intención pero como sea articular aquello que nos mueve se vuelve muy complejo. Definitivamente sentimos y pensamos pero no expresamos, no lloramos cuando algo nos duele ni reímos sin parar por tonterías. Vivimos estoicos e inexpresivos, sin embargo hay un niño muy adentro que siente de la misma forma y con la misma intensidad por siempre. El miedo al rechazo, a la burla y al dolor nos impide seguir inocentes. Ocultamos con máscaras y eufemismos nuestras verdaderas intenciones y en el proceso perdemos la espontaneidad y la sencillez. Peleamos por la libertad de expresión pero dejamos pasar momentos clave para hacerlo. No puedo evitar el preguntarme ¿si la vida es tiempo limitado, por qué lo perdemos callando? 

Si bien es cierto que decir la verdad sin procesarla puede resultar caótico, también es cierto que no expresarnos causa una frustración extrema. Decir te amo, me duele, tengo miedo es volvernos vulnerables ante lo desconocido. Las reacciones de los demás involucrados nos paralizan. Mientras más sabe alguien de ti más daño puede hacerte pero eso no quiere decir que manteniendo todo en silencio no saldrás lastimado. A veces necesitas admitir lo que sientes para vivirlo. Cuando exponemos los secretos frente alguien más nos damos cuenta que en realidad no eran tan graves como para mantenerlos ocultos. Lo mismo pasa con los sentimientos inexpresados, cuando salen a la luz podemos cogerlos por completo o superarlos pero como sea dejan de atormentarnos. Para que una relación de cualquier índole funcione es necesario decirlo todo conforme va surgiendo. Guardarlo para después o mantenerlo en la oscuridad sólo causa duda en el otro y tortura autoinfringida. Pero, ¿cuál es la causa del silencio? ¿por qué no decir las cosas en su momento? Las razones varían de acuerdo a la circunstancia pero lo más común es el miedo. El miedo a la reacción, a herir al otro, a exponer nuestra verdadera personalidad. No cabe duda, las palabras son una herramienta de consuelo y de tortura, son la forma más habitual de conocer y proyectar. Parecen un simple conjunto de letras pero llevan consigo mucho más. Llevan de la mano la liberación del espíritu. Expresar lo que eres te hará vivir sin cargas innecesarias. 

Así que yo digo, ¡grita! habla con el corazón y expresa lo que sientes en el momento preciso. Escucha con atención y vive libre de secretos. No pasa nada, di lo que sientes y piensas como lo hacías en el kinder. Habla y exprésate como lo sientas, no tengas miedo a lo que pase después sino a perder lo que quieres por no pedirlo. Lo que piensas y sientes vale la pena y merece ser escuchado. Después de todo los héroes nacen cuando exponen lo que son al mundo así que demuestra lo que eres y se coherente con lo que dices. Habla, lo que sientes y piensas puede ser justo lo que alguien necesita escuchar. 

martes, 7 de abril de 2009

Inconsecuente

martes, 7 de abril de 2009
Siempre he pensado que tengo un alma aventurera con una mente demasiado racional. La combinación de los factores me vuelve muy obsesivo pues vivo circulando ideas que no siempre realizo, ya que mientras lo pienso el momento pasa. Sin embargo creo que algo en mí está cambiando, el miedo por las consecuencias de mis actos se evapora y me vuelvo más creyente del destino. No creo que el destino sea un camino determinado hacia un fin obligado, sino mas bien un afortunado encuentro con las oportunidades que nos corresponden. La elección de tomarlas o no esculpe nuestra historia, por lo que no puedo evitar el preguntarme ¿el destino es la consecuencia de la vida?

Las enseñanzas más comunes redundan en lo debido, lo correcto, lo políticamente apropiado, pero aquellas que genuinamente nos marcan son las que adoptamos como nuestras después de romper esquemas y abrirnos a las posibilidades. Pensamos lo que va a suceder cuando deberíamos estar disfrutando lo que está pasando. Las consecuencias son inevitables pero no inmediatas, lo inmediato es lo que marca el segundero del reloj. Disfrutar la vida resulta muy sencillo cuando te dejas llevar por el momento. La responsabilidad se define al ser capaz de dar respuesta por tus actos y no hay mejor respuesta que "lo hice porque fue lo mejor para mí". Si no eres un sociópata o delincuente y genuinamente lo crees como cierto habrá pocos argumentos que puedan borrarte la sonrisa. Enredarte en busca de respuestas por algo que aún no sucede sólo te nubla la mente y acabas seco de ideas y vacío de buenos momentos. El destino tiene su irónica manera de resolver los conflictos. Los límites de la vida, al contrario de los límites matemáticos, no tienen una fórmula definida para encontrarlos. Lo único que puedes hacer es uso del método empírico y experimentar de acuerdo a tu naturaleza. ¡Deja de analizar y vive! Sabrás cual es la respuesta correcta en el momento adecuado. 

La sociedad tiende a etiquetarlo todo. Naco, gay, puta, loco, idiota, brillante y la peor de todas pero la más común: normal. ¿Qué carajos es normal? ¿Quién lo decide? No juzgo a aquellos individuos que se definen como "normales" pero en serio me preocupan. Son ellos los que nos enseñan la temible angustia por las consecuencias. Son los que frenan el flujo de la historia y terminan siendo un obstáculo para la creatividad. Las consecuencias son una reacción, imposible sin acción, así que antes de preocuparte por las consecuencias actúa y, bien dicho sea de paso, disfruta. En cuanto al destino se refiere, aprovecha las oportunidades como se vayan presentando y adecúalas a tu plan de vida. No hay peor arrepentimiento que el que surge por lo que no hiciste. Por mi parte estoy cansado del estrés por el futuro y estoy decidido a vivir sin temor a que me hieran. Después de todo si hay algo que nunca he sido es normal. Viviré mi aventura, seré fiel a lo que siento y no dejaré que el miedo me paralice. Estoy seguro de que el mar tiene la capacidad de llevarse todo aquello que duele y limpiar el alma para re inventarte y volver a empezar. Pero si no puedes ir al mar, usa la regadera, la tina o la manguera y límpiate. Filtra tu espíritu de consecuencias y déjate llevar por el destino. Bien dice el dicho "lo bailado nadie te lo quita". 

martes, 24 de marzo de 2009

De magia y otros cuentos

martes, 24 de marzo de 2009
“Caminante no hay camino se hace camino al andar. Al andar se hace camino y al volver la vista atrás se ve la senda que nunca se ha de volver a pisar.” Es una pequeña parte de una de mis canciones favoritas. Estamos tan acostumbrados a vivir la vida que a veces se nos olvida su inminente final. No viviremos para siempre y debemos darnos cuenta que cada decisión que tomamos va forjando nuestra trascendencia. Vamos haciendo un camino que con suerte, valdrá la pena recordar. Cuando estamos frente a una pantalla de cine creemos que la ficción reflejada existe sólo en la mente de los guionistas. Envidiamos las míticas historias de los grandes héroes, o los fantásticos romances eternos de los famosos chic flicks. De lo que no nos damos cuenta es que la realidad inspira los largometrajes y que somos capaces de vivir la magia del cine en nuestra vida diaria. No puedo evitar el preguntarme ¿la realidad siempre supera a la ficción?

Es cierto que las películas no están hechas en tiempo real y que en ocasiones presentan situaciones demasiado imposibles como para ser imitadas pero, como sea, en la vida diaria hay toques de magia que pasan desapercibidos si no prestamos atención. Se nos olvida que todos somos capaces de realizar grandes hazañas. Lo que muestran las pantallas son simplemente hombres o mujeres, que de ser reales, serían atrevidos. Atrevidos a ser diferentes y expresarse de maneras peculiares. Siempre lo digo porque es cierto, la vida es lo que haces con ella. Si decides ser ordinario y vivir un clásico “sueño americano” no pasa nada. Pero para mi no es suficiente. Necesito magia, y la mejor definición que he escuchado para ésta controversial palabra me la dio un profesor de la carrera y dice: “Magia es la dimensión donde el espíritu domina lo material”. Hombre, ¡qué bonito! ¿No? La capacidad del espíritu, siendo este nuestra propia esencia, de subordinar la materia va mucho más allá de un sombrero de copa y una varita mágica. Habla de nuestra capacidad de sentir y pensar con tal convicción que todo lo externo se ve obligado a cambiar. Volviendo los besos hechicería y las sonrisas encantos. Somos inspiración en potencia.

El camino y sus circunstancias están fuera de nuestro control pero eso no quiere decir que tengamos que doblar las manos frente al destino. Entonces, ¿por qué entramos en pánico en tiempos adversos?, ¿por qué vivimos haciendo planes para un futuro incierto en lugar de disfrutar el momento? Vivir en perpetua angustia no es vivir. Lo que hace ejemplares a las grandes historias que habitan en Blockbuster es, en efecto, el desenlace después del clímax y el clímax en sí es una complicación. Por lo tanto las decisiones que tomas día con día se vuelven los ladrillos que construyen la persona que eres. Con las malas decisiones se construyen las murallas que nos separan del objetivo, pero también en ocasiones especiales, las mejores enseñanzas. De las buenas decisiones está hecho el camino de nuestra realización. Por supuesto lleva mucho más tiempo, accidentes, recortes en el presupuesto y muchas, muchas murallas superadas. Siempre he creído que tengo un alma antigua y quizá por eso me exijo tomar mejores decisiones de las que me permiten mis años. El punto no es vivir en arrepentimiento por las malas elecciones sino vivir hoy lo que siento, pienso y por lo tanto decido y obligar a la magia a aparecer. A que nuestro espíritu prevalezca y adquiera experiencia dominando al mundo material. La magia está presente todo el tiempo. En esas ocasiones cuando sientes algo tan fuerte que no cabe en tu cuerpo, cuando lloras sin sentido, cuando ríes a carcajadas, cuando tienes el peor día de tu vida y algo pasa para volverlo la mejor experiencia. Ahí está la magia, en tu propio espíritu al nunca darte por vencido.

Así que yo digo, busca héroes, hechiceros, brujas, princesas y duendes con quienes filmar tu película. Se creativo para demostrar lo que sientes. Ríete de los problemas y toma las cosas a la ligera pero con responsabilidad. Vive el presente con todas las ganas y crea ficción con realidad. Después de todo de lo único que puedes estar seguro en la vida es que no saldrás vivo de ella. Así que con magia y decisiones construye un pasado que te enorgullezca, vive un presente que te satisfaga y sueña en un futuro en tus ratos libres.

martes, 17 de marzo de 2009

Malos hábitos

martes, 17 de marzo de 2009

Creo que la gente no está consciente de las consecuencias de una mala relación. Cabe mencionar que este fin de semana tuve que salir escoltado de un departamento por la policía a raíz de un arranque de celos que salió de control. ¡Habráse visto! Lo peor del caso es que la mujer provocadora del problema se sentía feliz e importante por la golpiza organizada en su honor. El pensar que alguien se agarra a golpes por mi, además de ser increiblemente narcisita, es increiblemente estúpido. Sobre todo si el individuo en cuestión te ha demostrado que fuera de la cama no le importas. No puedo evitar el preguntárme, cuando de relaciones se trata ¿cómo saber cuando es suficiente?

 

Alguna vez escuche que el amor se mide en dolor, cuanto estás dispuesto a aguantar por alguien es cuanto lo quieres. Me parece una premisa muy válida y en efecto verdadera. El dolor que aguantamos por la gente que amamos es sin duda clave para definir la magnitud del sentimiento. Una madre es capaz de aguantar pianos por un hijo, pero cuando la relación no es consanguínea ¿cómo saber que vale la pena el dolor que estamos dispuestos a soportar? Una relación sado masoquista no necesita de dos. Uno mismo puede ser el sádico y el masoquista, y muchas veces actuamos de tal manera por la falsa ilusión de que algún día todo habrá valido la pena. Nos azotamos pensando “me quiere” y abrazamos el dolor del rechazo. Puede el mundo decirnos que estamos equivocados pero no importa. Nadie lo sabe ¡pero me ama! Volvemos gestos básicos de cortesía grandes actos de amor y justificamos cualquier cantidad de groserías bajo excusas como “ha tenido un mal día” o “no era personal”. Es tanta la necesidad de afecto que no nos damos cuenta que es más grande el daño que el beneficio. Estoy seguro que es mejor estar solo que mal acompañado pero la gente insiste en basar su felicidad en tener una pareja y por ende, permite violaciones emocionales –y en ocasiones físicas—con tal de no estar solo. Si pensamos que estadísticamente es imposible que todos los habitantes del planteta vivan en par, la compra de pánico sería inevitable. Sin embargo, si cada quien tuviera un plan de vida personal y buscara su satisfacción fuera del núcleo de pareja quizá habría más gente exitosa en el mundo y menos depresivos el 14 de febrero.

 

Como sea, para saber cuando ha sido suficiente es necesario pensar con la cabeza fría y matar la vaga esperanza de que algo mágico puede suceder. Aceptar que has hecho todo lo posible por una relación y, con mucha voluntad, dejar ir. No se vale que alguien juegue contigo. No se vale que te usen como juguete sexual. Las relaciones casuales pueden ser increíblemente divertidas siempre y cuando ambas partes estén bajo las mismas circuntancias. El amor no es una tortura ni debe vivirse como una condena. Si no es correspondido ni modo, no era para ti. El vivir cegados a la realidad ocasiona daños que a veces, ni la terapía puede remediar. Culpamos al otro como si en verdad fueramos víctimas de su desprecio cuando en realidad buscamos el desprecio para saber que al menos siente algo hacia nosotros. No somos vícitimas sino bufones. Bufones dispuestos a la vergüenza pública por el aplauso de un rey que no sabe ni su nombre. En realidad, somos nosotros los culpables, somos nostros los inquisidores. Somos nosotros los idiotas dispuestos a querer a alguien más por encima de nuestra propia salud mental. No es amor sino capricho lo que nos obliga a permanecer en circunstancias adversas cuando el premio no vale ni la inversión inicial.

 

Así que yo digo, valórate y busca alguien que merezca tu afecto y total entrega. Piensa que la gente que te quiere es la que está contigo un domingo de cruda. No veas señales de humo cuando no existe un fuego que las provoque. Entérate que vales la pena por quien eres con la ropa puesta. No finjas que no sabes lo que te hace daño y no te conformes con un te amo lleno de alcohol y mentira. Decir basta no es cerrarte a la posibilidad de encontrar el amor sino darte tu lugar en la fila de espera. Busca tu satisfacción y comparte tu vida con alguien dispuesto a vivirla contigo. Después de todo, contra todo pronóstico, la tormenta pasa y reconstruimos lo perdido para volver a empezar. 

martes, 10 de marzo de 2009

Sexperimenta

martes, 10 de marzo de 2009

Hay cualquier cantidad de tabúes acerca del acto sexual. Las connotaciones que nos enseñan desde pequeños son negativas y sucias. Sin embargo, el sexo nos acerca más a alguien, y fuera de otra cosa, nos acerca a la vida o al menos, a sentirnos vivos. El sexo puede ser un deporte o la mejor manera de demostrar amor pero como quiera que sea, nunca puede ser sólo sexo. Explorar y conocer nuestra sexualidad es una forma básica de conocer lo que somos. Bien dicen que la gente es en la cama como es en la vida. Por lo tanto, no puedo evitar el preguntarme ¿hacer el amor es forjar la vida?

 

La vida y sus actividades están repletas de sexo. De acuerdo con Freud todo se relaciona con el sexo. La experimentación se ha vuelto mucho más fácil, conseguir a alguien dispuesto a ser kinky resulta sencillo con la actitud y la retórica correcta. Entonces, ¿por qué una vida sexual activa es tan socialmente condenada? Seas hombre o mujer el tener múltiples parejas en la intimidad se vuelve un chisme en la plática de lenguas envidiosas.  Es entonces donde el sexo se vuelve un secreto a voces. La vulnerabilidad con la que nos presentamos en el momento del encuentro es un reflejo del alma. Estamos expuestos a la crítica de ojos muy atentos. Quizá por sentimiento o por mera atracción llegamos a la cama con alguien y vamos descubriendo con novedad o previo conocimiento los puntos más sensibles de otra persona. La conexión instantánea revela la química favorable o una mala reacción, pero como sea existe un vínculo que nos hace sentir la fusión de cuerpos y eso se vuelve parte de nuestra historia. Es precisamente nuestra historia la que define nuestra sexualidad y la forma de compartirla. Las enseñanzas de la niñez y las pruebas de la adolescencia van formando nuestra personalidad sexual. Quiénes somos y qué hacemos es un reflejo directo de nuestra historia y por lo tanto de nuestra sexualidad. La decisión de acostarse con alguien va resultando mucho más simple con la experiencia, pero hay un problema. Mientras más experimentas más complicado se vuelve definir los gustos verdaderos y libres de culpa.

 

El sexo y sus diversas actividades siempre llevan intrínseco el placer -a excepción de algunas ocasiones fatales-. Ni los deportes extremos logran hacernos sentir tan vivos como un buen orgasmo. La cercanía, el calor y la intimidad con alguien revelan un arrebato de vida. El corazón late más fuerte, la respiración se agita y el cuerpo responde ante otro. Pero cuando todo termina y la sobriedad regresa en la mente afloran cualquier cantidad de ideas. Puedes sentirte completamente satisfecho, terriblemente solo o asquerosamente culpable. Es aquí donde el sexo se vuelve un misterio. Si el sexo fuera deporte me queda claro que todos seríamos atletas de alto rendimiento. Si tuviera un fin único de procreación muy probablemente habría menos habitantes en el planeta. Pero es mucho más, es una combinación de entrega y egoísmo. Lo hago por mi placer pero estoy dando todo de mi. La forma en la que nos acerca con alguien es inexplicable. Las barreras se caen y la fusión es inevitable.

 

El sexo y su presencia en nuestra historia define mucho de la forma en la que nos ven los demás. Ser gay, ser puta, ser célibe se vuelve una etiqueta y un estereotipo. Pero sea cual sea la forma en la que la vivimos, nuestra sexualidad permea al resto de las áreas de nuestra personalidad. El afecto y la conexión que logramos a través del sexo va formando relaciones que nos marcan para siempre. Fuera de todo tabú, el sexo es una mítica forma de expresarnos y la mejor forma de compartirnos. El simple hecho de tocar a alguien más, de sentir como replica ante nosotros es conocer a alguien en lo más íntimo que tiene. Dejar afuera los limitantes y entregarte al momento nos da la posibilidad de experimentar todo lo que somos capaces de ser: dulces, inocentes, violentos, locos o salvajes.

 

No estoy alabando la promiscuidad pero no condeno la experimentación. Vivimos llenos de ideas negativas y torturantes que amenazan el placer sexual. Así que yo digo, quiere tu cuerpo y comparte sus posibilidades. No te limites por las buenas costumbres ni permitas que alguien te haga sentir mal por lo que haces en la cama. Conócete y descubre qué te hace sentir bien contigo y los límites que te protegen del atisbo. Guarda lo que eres para la persona indicada pero no te sientas culpable por un buen acostón casual. Diviértete y se libre. No podrás estar más cerca de alguien que desnudo cuerpo a cuerpo. Vive tu sexualidad responsablemente pero no te conduzcas por los regímenes sociales. Cuando en verdad logres hacer el amor, no te detengas, muerde, rasguña y grita. Después de todo cuando se cae la ropa, se caen los muros que te separan, se van los miedos y tenemos la maravillosa posibilidad de vivir en alguien más. 

lunes, 2 de marzo de 2009

Hoja en blanco

lunes, 2 de marzo de 2009

Muchas veces he escuchado la frase “en el corazón no se manda” y por mucho tiempo lo creí como cierto. Sin embargo estoy seguro de que cuando de relaciones se trata hay un momento, una decisión en la que eliges coger el sentimiento y caer al vacío o dejar el momento pasar y olvidar lo que pudo haber sido. No hay garantías, hay fe, hay razón y hay muchas pero muchas emociones. El juicio se nubla y el juego se pierde, o se gana dependiendo del resto de la historia. Sin embargo existe un factor determinante  para la elección, la memoria. ¿Cómo olvidar todos los fracasos anteriores? ¿cómo saber que no voy a volver a darme en la madre? Ante la incertidumbre no puedo evitar el preguntarme ¿vale la pena?

 

Vamos por la vida conociendo gente, amando, torturando, involucrándonos con cualquier cantidad de personas equivocadas. Puede que en el momento haya sido la mejor opción. Puede ser un grato recuerdo o una terrible pesadilla. Como sea dejamos el pasado donde corresponde y seguimos un poco más dolidos y, con suerte, algo más sabios. Olvidamos los errores o en el mejor de los casos aprendemos de ellos. Pero cuando surge una nueva posibilidad algo nos detiene. Volver a creer no es una cuestión sencilla y no se vale cobrar cuentas vencidas a nuevos clientes potenciales, pero no podemos evitarlo. La memoria nos recuerda la fragilidad del corazón y las vicisitudes de la relación anterior. Pesamos con la balanza calibrada por la experiencia. El problema es que quizá en ésta ocasión encontramos a la persona indicada, la otra ala para poder volar. ¿Cómo saber que estamos cara a cara con el verdadero amor, o al menos con algo muy similar? Si bien es cierto que lo más probable es que no sea el amor de mi vida, también es cierto que puedo estar entrando a una relación maravillosa con alguien valioso, y quizá mi pareja perfecta.

 

Las relaciones se van volviendo mucho más complejas conforme pasan los años. Nos volvemos más cínicos, más críticos y más exigentes. Tristemente ya no somos tan inocentes como para enamorarnos después de un fin de semana perfecto y eso no es tan malo como suena. La mayoría de la gente gatea antes de dar el primer paso, pero con el tiempo, la necesidad moderna de inmediatez y la sed de romance en muchas ocasiones nos “enamoramos” después del primer beso. ¿Qué sentido tendría algo tan fácil? El enamoramiento se cocina a fuego lento. Entonces, por qué nos empeñamos en saber de entrada si podemos poner toda la carne en la parrilla cuando no hemos prendido ni el carbón. Conocer a alguien toma tiempo. Con los amigos pasamos horas, meses o en ocasiones años antes de llamar a alguien llorando a las tres de la mañana con la plena confianza de que sabrá entenderme. Pero cuando de una pareja se trata buscamos saberlo todo en el menor tiempo posible. La presión de enamorarme antes que la contraparte nos mortifica al punto de la obsesión. ¡Caray, no es tan grave! Si vamos dosificando los afectos y dando tiempo a que el vino madure, lo más seguro es que tendremos un buen sabor de boca al final de la cena o al menos  no nos será tan difícil cambiar de botella. Pero si por el contrario nos tragamos la masa cruda es seguro que tendremos una indigestión terrible y no unas deliciosas galletas. No podemos olvidar el fracaso pero podemos confiar en la posibilidad de que no se repita. Podemos creer en los hechos sin fantasear en el futuro, y lo mejor, podemos disfrutar del momento. No tenemos la certeza de que no acabaremos con el corazón roto pero tenemos la esperanza de sentirnos enamorados una vez más.

 

Para saber si vale la pena o no, lo único que podemos hacer es esperar. Darle tiempo a que demuestre su inocencia antes de juzgarlo culpable y mandarlo a la horca. Después de todo nadie está libre de culpa. Todos tenemos un lado temible, siempre somos capaces de hacer daño pero esperamos que no nos vean como una amenaza y por lo tanto, no debemos cerrar la puerta antes de tocar el timbre. Así que yo digo, sal a la calle sin expectativas, sonríe ante la atracción, juega, diviértete y ríe antes de jurar que acabaras rompiendo en llanto. Cree, experimenta y analiza con la cabeza y el corazón. Ábrete a las posibilidades. Arriésgate y si vez que sube la oferta apuéstalo todo. No saltes al postre antes de probar la entrada. Vive los tiempos en presente y déjate llevar. Por mi parte había jurado no volver a caer en el absurdo juego del romance pero a fin de cuentas es el tiempo quien tiene todas las respuestas, y  ante toda evidencia, ante toda lógica, ante semejante desafío no puedo evitar el caer en la tentación y lanzarme a la aventura. 

lunes, 23 de febrero de 2009

Life is what you make it

lunes, 23 de febrero de 2009

Vivimos llenos de planes e ideas que ocupan la mayor parte de nuestro tiempo. Pocas veces nos permitimos pensar acerca de nuestros deseos y pasiones. La mayoría de la gente toma las oportunidades que se le presentan y forjan con ellas su futuro. Sin embargo, son pocos quienes llevan una vida llena de pasión o cumplen sus deseos. El deseo y la pasión van entonces ligados a todo lo que quiero de la vida, así que no puedo evitar el preguntarme ¿qué quiero?

 

Cuando somos niños no tenemos idea de lo que son las pasiones, vamos por el mundo cumpliendo caprichos y gustos infantiles que poco a poco se van transformando en pasiones y deseos adolescentes. Sin embargo los niños tienen más pasión que muchos adultos. Saben lo que quieren y hacen casi cualquier cosa por conseguirlo. Cuando finalmente descubren el significado de la pasión ésta va ligada a otra persona. Despierta la sexualidad y el deseo. Lo que antes fueron inocentes juegos ahora son experiencias diferentes. Mientras crece el deseo va permeando a todas las demás áreas de la vida. Deseo por una carrera, deseo por el dinero, deseo por una persona, deseo por diferentes gustos, deseo por lo que no tengo. La parte compleja viene al momento de convertir el deseo en satisfacción. En algún punto perdemos de vista lo que queremos de la vida. Vamos conformándonos con una disonancia cognitiva que nos permite adecuar el deseo con la realidad. La pasión se olvida o se transforma en conformismo. Es más factible y sencillo escribir una lista acerca de lo que no me gusta o no quiero que una que contenga todo aquello que quiero en verdad. Las relaciones, los afectos, los actos sociales están llenos de rituales para evitar la articulación de un deseo abiertamente. ¡Lárgate! O ¿quieres acostarte conmigo? Son deseos genuinos y de ser expresados en público causarían escándalo y habladuría. Pasa lo mismo con el resto de los deseos. A veces no es la falta de pasión sino de coraje lo que impide llevar una vida vehemente. Nos conformamos con una pareja estable pero vacía de satisfacciones, con un trabajo bien remunerado pero nada emocionante. Nos olvidamos de la locura y abrazamos la rutina. ¿Por qué nos resulta tan difícil tener orgasmos fuera del sexo?

 

Las relaciones humanas deberían ser un aliciente para la pasión, un antojo por algo que no puedo masticar. Querer algo no siempre significa conseguirlo pero eso no es un impedimento para intentarlo. Saber lo que en verdad quiero es descubrir esa pasión por la vida, por mi vida y lo que quiero hacer de ella. Deseo y satisfacción deberían ser palabras utilizadas con regularidad y no un vago recuerdo para el reproche de la vejez. El flujo natural del hombre convierte las emociones en sentimientos y los sentimientos en deseos y aún así dejamos el deseo en la cama y olvidamos la pasión por la vida. Yo no podría vivir en una relación sin pasión ni en un trabajo sin deseo. Quizá por eso estoy soltero y desempleado pero de cualquier manera no me arrepiento. Vivo la vida lo más apasionado que puedo y deseo una satisfacción orgásmica cada mañana. La muerte me resulta entonces el equivalente a no desear nada más. A no tener una pasión que me permita sentirme vivo, por lo que puedo decir que aún no estoy listo para la muerte. 

lunes, 16 de febrero de 2009

Bibidi babidi boo

lunes, 16 de febrero de 2009

Gracias a mi asqueroso vicio por el tabaco, en algunas noches de insomnio me es inevitable salir de mi casa a comprar un paquete de cigarrillos. Siempre voy a la misma tienda y me estaciono justo frente a la puerta. Hay un hombre, ya entrado en los sesenta años, encargado de la vigilancia, el cual siempre tiene cometarios de admiración por mi auto. Esta noche su comentario fue “cuando sea grande me voy a comprar uno así.” Sonreí amablemente y me fui de la tienda. No pude evitar el pensar acerca de la ilusión y lo que representa en la vida. Ilusión, la materia prima de los sueños.

 

Gran parte de la infancia transcurre con la repetitiva locución “cuando sea grande”. La perspectiva infantil es tan maravillosa que hace de cualquier cosa completamente ordinaria una labor diferente, novedosa y en efecto, extraordinaria. Pensamos en los años como si fueran una condena por pagar y esperamos ser grandes para realizar nuestros sueños. Al crecer vamos perdiendo la inocencia y nos quedamos solamente con la ilusión. La ilusión por un nuevo día, un mejor trabajo, un encuentro con el amor. Vivimos hasta los peores momentos llenos de ilusión. Cada noche, cada encuentro fallido, cada primera estrella nos impulsa a ilusionarnos. Estamos tan acostumbrados a ella que a veces olvidamos su presencia y sin embargo nos llama a cada segundo. En otra connotación la ilusión es un sustantivo alusivo a lo inexistente. Tristemente la mayor parte de nuestras ilusiones terminan siendo así, inexistentes. Pero eso nunca nos detiene al crear unas nuevas. ¿Es acaso la ilusión una fatídica forma de vivir vicariamente a través de lo que quisiéramos ser y no somos?

 

A lo largo de la vida vamos adecuando el pensamiento con la realidad. Definimos quienes somos por dónde estamos situados. El trabajo, la carrera, el grupo de amigos… sin embargo muy en el fondo, en los rincones de la mente que sólo visitamos nosotros tenemos guardada la ilusión. Aquellos suficientemente valientes exteriorizan sus ilusiones esperando cumplirlas, y algunos afortunados lo logran. La ilusión juega un papel vital al impulsarnos a ser más. Cuando estamos inmersos en su fantástico mundo todos somos héroes. Protagonizamos grandes historias y sabemos que todo terminará bien.  Sin embargo al momento de regresar del mundo de las ideas, nos falta fuerza para realizarlas. Vivimos llenos de pretextos culpando a las circunstancias por lo que falla cuando en realidad los que necesitamos es un toque de voluntad para lograrlo. No por nada la voluntad es calificada como fuerza. Para mí es la mayor fuerza de todas. Si combináramos la ilusión con la voluntad quizá seríamos capaces de realizar sueños.

 

Aquellas historias que nos parecen tan inspiradoras están llenas de ilusiones cumplidas. Vemos con un toque de envidia las pantallas del cine mientras proyectan todo aquello que nos gustaría hacer. De lo que no nos damos cuenta es que cualquiera es capaz de ser el héroe de su película. Si existen vidas que merecen ser contadas es porque existen hombres que merecen ser recordados. La ilusión de la trascendencia es quizá una de las más poderosas. El seguir aquí después de la muerte viviendo por medio de los relatos de nuestras acciones. La ilusión debería ser nuestra principal herramienta de vida. Deberíamos tener más ilusiones con mayores deseos. “Cuando sea grande” no debería referirse a la edad sino a la grandeza. Ser grande en lo que soy, ser todo lo que quiero y puedo ser. Basta de limitantes y tapujos. Basta de culpas ajenas. Es hora de ser héroe y no víctima. Yo estoy seguro de que el mundo es de los que se atreven a tomarlo, usando la ilusión como brújula y la voluntad como herramienta. De la ilusión nace todo lo que es puro para nosotros. Nos llena de deseo y locura, de aventura y magia. Somos las ideas que tenemos y podemos llegar a ser los sueños que formamos. El miedo es terrible si te frena, pero si al contrario te motiva a superarte, en cuanto lo hayas vencido serás mucho más fuerte. ¿Qué es lo peor que puede pasar? Si se ríen de ti, ríete de ellos por nunca ser lo suficientemente ilusos para creer en sí mismos. Un amigo alguna vez me dijo que estos son los mejores tiempos y es tan cierto. No esperes oportunidades, búscalas. Atrévete a ser una ilusión inspiradora que a fin de cuentas si no lo logras, si las ilusiones no se cumplen al menos sabrás que no fue por no intentarlo. Un héroe no es aquél que siempre gana, sino el que siempre lo intenta. 

lunes, 9 de febrero de 2009

Ahora sí, no lo vuelvo a hacer

lunes, 9 de febrero de 2009

Una pregunta ha dado vueltas por mi cabeza los últimos días. En verdad, ¿es posible superar a alguien? Sea de manera amigable o en completo enojo las relaciones acaban. ¿Qué haces entonces con los sentimientos? Puedes entender lo que falló, saber que fue la mejor opción o racionalmente convencerte de que no era para ti. La mente razona la situación pero el corazón sufre. Después del primer amor, ¿alguna vez vuelves a amar de la misma forma o el dolor impide dejarte llevar por un nuevo sentimiento? Cuando amas a alguien pedacitos de ti se quedan en el otro y nunca vuelves a estar completo. Entonces, ¿cuándo puedes decir que has superado a alguien? ¿Es acaso la rivalidad el factor decisivo para saberlo? El primero en tener otra relación ¿gana?

 

Bien dice el dicho “donde hubo fuego cenizas quedan”, estamos condenados a sentir para siempre. Puede que la intensidad varíe pero no el sentimiento, siempre sentirás algo al ver o recordar un viejo amor. El amor no acaba hasta que acaba con nosotros. Y por más fatalista que esto parezca es cierto. Para dejar de amar hay que morir. Hay que olvidar y dejar que el tiempo cure las heridas. Hay gente capaz de dejar ir muy rápidamente, habemos otros a los que nos toma más tiempo. Pero al final de cuentas el dejar ir es simplemente asumir que por siempre amarás a alguien y mandar ese recuerdo al fondo del cajón. La razón principal por la que somos incapaces de dejar ir es irónicamente la esperanza. Aquella fuerza maravillosa que nos impulsa en momentos impíos, es nuestra peor enemiga cuanto a relaciones se trata. Mientras sigamos creyendo que algo mágico puede suceder con esa persona, que es el amor de mi vida a quien estoy dejando ir, jamás seremos capaces de seguir adelante. Cometemos el grave error de recordar todo lo bueno justo cuando ya no está ahí. Vemos las virtudes y olvidamos todos los defectos culpables del atroz rompimiento. Creemos que nadie volverá a amarnos de esa manera y estamos seguros de que nos estamos condenando a la soldad perpetua. ¡Pero no señores! Hubo una causa, o varias. Hay cualquier cantidad de razones, pretextos, errores en la lista. El distanciamiento no es gratis. Intentamos nunca toparnos de frente con el culpable como si eso lo sacará de nuestra vida para siempre. Poner tierra, agua o asfalto de por medio no evita el desamor sino todo lo contrario. Impide el flujo natural de los sentimientos. Ni modo, para dejar ir hay que sufrir. No apoyo el acoso pero recomiendo el estar preparado para que un encuentro casual no te derrumbe de nuevo. La clave está en sentir las cosas a su tiempo. Sufrir, llorar, comer helado el tiempo necesario para que nada se quede encapsulado dentro de nosotros y explote más adelante. Matar el dolor poco a poco a través de un proceso natural en el que nos vamos recuperando.

 

Si en verdad estamos condenados a sentir por siempre también estamos condenados a pasar los errores de una relación a otra. Es decir, cuando vuelco mis afectos sobre alguien y no funciona le dejo algo de mí y me quedo con algo suyo. Ahora, cuando estoy con alguien más y repito el proceso los cachitos compartidos llevan un poco de mi historia emocional. Por lo tanto estoy alerta de la posible reproducción de todo lo que me dolió y me hizo daño en el pasado y considero cualquier resonancia como intolerable. No es justo, pero así es. Somos como los carritos chocones de la feria, nos vamos dando golpes con quien se ponga enfrente impulsados por la fuerza del choque anterior. Por lo que no puedo evitar el preguntarme ¿en verdad gana el primero en iniciar una relación? ¿acaso el superar a alguien es una cuestión de rivalidad? No me parece real que quien tenga una relación primero sea el afortunado sino todo lo contrario. El iniciar una nueva relación antes de tiempo sólo la llevará al fracaso. Para saber cuándo es tiempo de abrir de nuevo el corazón hay que tomar en cuenta qué tan dispuesto estoy a tomar riesgos otra vez. Estar listo para saltar al vacío de nuevo y esperar lo mejor de la otra persona. Ser de nuevo inocente. Quizá no sea posible amar como la primera vez, como cuando no habíamos sido lastimados, pero eso no quiere decir que dejemos de intentarlo. Es aquí donde debemos hacer uso del entendimiento. Entender cómo entramos a la relación, cómo nos desarrollamos dentro de ella y cómo es que decidimos terminarla es un buen comienzo. Así, cuando una nueva relación aparezca podrás decir que conoces tus límites y por ende sabes cuánto estás dispuesto a dar y qué pretendes recibir. Es probable que un amor como el primero no vuelva nunca pero eso nos da la posibilidad de la evolución sentimental. Ninguna relación será idéntica a otra y con un poco de voluntad y suerte podrán ir mejorando.

 

Cuando una relación –que puede ser correspondida o no- termina, el vacío que deja nos hace sentir tan mal que eventualmente morimos. Pero, de alguna manera, por lo general la más inesperada y en contra de todo pronóstico, renacemos y un día nos volvemos a enamorar. A fin de cuentas el superar a alguien, superar una relación no significa superar el amor, y eso es fantástico porque así podemos lograr que crezca en el futuro. Podemos odiarlo, podemos negarlo pero no podemos olvidarlo. Sentir es lo que nos hace personas. Amar es lo que nos hace humanos y sufrir es lo que nos hace crecer. Así que yo digo, no huyas del sufrimiento y mucho menos del amor o la oportunidad de encontrarlo porque estarías negando la posibilidad del más grande milagro, la suma de uno y su otra mitad. 

lunes, 2 de febrero de 2009

... Líbranos de todo ideal

lunes, 2 de febrero de 2009

Vivimos en una época y una ciudad llena de posibilidades. Quizá faltan oportunidades pero cada quien puede hacer y ser lo que quiera. No hay castas ni legados familiares. No hay oficios heredados ni tampoco necesidades impuestas. En la mayoría de los casos el individuo elige sin patrones determinados. Ciertamente se puede decir que somos individualistas. Lo cual me lleva a pensar en los tiempos pasados. Antes la persona vivía una vida heredada. Si tu padre era carpintero, lo más probable es que tu fueras carpintero, o rey o abogado. Cualquiera que fuera el oficio familiar. Profesabas una religión impuesta y condenabas lo diferente. Ahora somos tan “tolerantes” que ya nada es así. Sin embargo, ahora también carecemos de ideales. Una pasión tan fuerte que hizo a un hombre dejar de comer, a otro matar judíos y a muchos otros tratar de conquistar el mundo. La historia los ha condenado o congratulado dependiendo del resultado de sus acciones pero, como sea, son para nosotros iconos del ideal. ¿Se puede ser idealista e individualista al mismo tiempo? Si bien es cierto que vivimos en una época en la que el desarrollo personal no involucra sentimientos ajenos, también es cierto que hoy en día son pocos –ninguno que yo conozca- quienes pueden decir que darían su vida por algo. No digo que esto sea un resultado directo del individualismo sino la combinación de factores. Ya no queda nada por inventar, lo que no es malo engorda, lo que antes era inombrable ahora es alternativo. Estamos inmersos en la bien llamada cultura light. Estamos tan desapegados del resto que la mayoría de las acciones personales pasan inadvertidas por la multitud. Ya nadie sueña con cambiar el mundo y lo que queda de aquellas ondas subversivas esta estampado en playeras multicolores o en decoraciones de consultorio. ¿Qué fue del Ché Guevara, de los impresionistas, de “La Trevi”? ¿Dónde han quedado aquellos atrevidos a ser diferentes y no tolerados? ¿Será que los nuevos individuos subversivos son los emos? La infinidad de posibilidades nos está volviendo indiferentes, apáticos y muy cínicos. Si todo es x es porque nada nos importa. Las opiniones no tienen porque quedarse en las editoriales de los diarios o ser elaboradas por los llamados “expertos en el tema”. El individualismo no excluye al idealismo. Digo idealismo a falta de una mejor palabra y no me refiero a la corriente filósofica de Kant, sino al cobate por los ideales. A defender otros valores por encima de la vida. A vivir con pasión, con intensidad por la creencia en algo más. Deberíamos ser más apasionados por ser más individuales. Deberíamos tener más pasiones al tener más posibilidades. Me parece inconcebible que los héroes se queden en las caricaturas. Que vivamos la vida de manera tan real. Lo importante no es cumplir con el ideal sino tenerlo, serlo. Ser un ideal. Amanecer todos los días pensando en que mi opinión vale la pena. Que actuó confome a lo que pienso y que pienso lo que siento. Y eso, eso es tan poderoso que genera cambios. Así, hemos evolucionado. La historia, las revoluciones, los comics o los cuentos de hadas están llenos de ideales. Crecimos inmersos en ellos y ahora los tenemos olvidados. Es hora de recuperar la pasión por el ideal. Cuando alguien se refiere a otro como “intenso” este debería tomarlo como un cumplido y no como un insulto.  No es malo ser intenso, ser intenso quiere decir que crees en algo lo suficiente como para pelear por ello.

 

Yo digo, se consistente, se tenaz, se alguien fundamentado. Pelea por lo que crees y argumenta lo que piensas. Sé lo más intenso que puedas ser. El individualismo per se no es algo negativo, simplemente le hemos dado un mal uso. Vivir en una época como la nuestra ha sido resultado de la pelea por los ideales de muchos grandes hombres y mujeres determinados a lograr un espacio plural donde hoy nos desarrollamos de manera abierta. Ser individualista debería ser el equivalente a tener el poder de volar. Volar con rumbo, tener una meta, vivir sin temor a que me hieran. La idea con pasión es fortaleza. De otra forma ¿qué es lo que vale de la vida? 

lunes, 26 de enero de 2009

Loser

lunes, 26 de enero de 2009

Hoy me puse a pensar en todo lo que me hace falta para poder decirme exitoso. Tengo 25 años, jamás he tenido una relación seria, nunca he tenido un trabajo real y tampoco he terminado la carrera. Todo el tiempo escuchamos sobre personajes que para el común denominador de la población podrían ser perfectamente ficticios. Sin embargo, aparecen en los libros de superación personal, en la sección de negocios de los diarios y hasta en testimonios de supervivencia en eventos de caridad. Pero, ¿qué hay de todos los demás? El resto de nosotros no debería sentirse menos afortunado por tener menos dinero, un montón de relaciones fallidas o alguna discapacidad. Cada uno es un héroe y protagonista de su historia. Mi padre siempre decía que no hay excusa para el fracaso. Yo tengo la certeza que sí la hay. Puedes fracasar las veces necesarias siempre y cuando sigas intentando. La vida está llena de eventos desafortunados, de lo contrario el periódico de mañana sería una hoja en blanco. Son esos defectos, esas caídas las que resaltan lo bueno. La parte complicada es darse cuenta de que, como sea, seguimos de pie y compitiendo por llegar a la meta. En el camino encontraremos vicios y virtudes, adoptaremos buenas conductas y malos hábitos, nos romperán el corazón y volveremos a enamorarnos. Esa es la verdadera magia, la que levanta de nuevo el espíritu. La relación a la que debemos ponerle más cuidado es aquella olvidada. La que tenemos con nosotros mismos. Sin mí no hay nosotros. Aprendemos a conjugar los tiempos por la primera persona y más adelante olvidamos que nacimos solos. Vamos encontrando familiares a lo largo de los años y hasta les ponemos nombres. Novio, amante, amigo, enemigo, "ex", hermano... Podemos tener relaciones que duren para siempre, siempre y cuando nosotros estemos casados con nuestro propio ego. De lo contrario no hay historia que contar. Deberían existir premios para aquel que soporta más rompimientos, aquel que ha cambiado más de empleo o aquel que simplemente se levanta de cada mañana con la misma ilusión que a los seis años. El mundo de hoy nos hace sentir culpables por comer helado, tomar cerveza o acostarnos con cualquier cantidad de gente. Los juicios vuelan de boca en boca haciéndonos sentir insuficientes. Las capacidades de cada persona son puestas a revisión por profesores, jefes o cualquier otro que se sienta con la autoridad moral de elaborar un juicio. Vivimos expuestos a la crítica de personas que creen saber más que nosotros sobre la vida. El problema es que les creemos. Creemos que alguien es capaz de decirnos cómo me siento, qué debo hacer o hacia dónde debo ir. Pero nadie, nadie sabe más sobre nosotros que nosotros mismos. Así que yo digo. Fracasa, piérdete, llora, mal copea, se diplomáticamente incorrecto y vive tú vida como tú la quieras. Escucha a aquellos que te quieren, compite contra ti mismo en el gimnasio, come sanamente por tú espíritu y lleva la vida que siempre has querido tener con los recursos que puedas conseguir. Explota tus capacidades, crece en lo que quieres y mientras lo encuentras, prueba todos los sabores de helado. Enamórate las veces que sean posibles y si sólo fue por una noche, no te culpes a la mañana siguiente. Cree en ti y en lo que quieres. Quiérete y no actúes en contra de tu naturaleza que ahí radica el verdadero pecado o dicho en otras palabras la traición a ti mismo.

 

A fin de cuentas no tenemos más que tiempo, tiempo indefinido pero no infinito. Vida para seguir fracasando con la esperanza de que justo en el segundo antes de que todo termine puedas decir "no necesito más". Hoy me siento exitoso porque sigo ensayando mi obra maestra. Y como prueba de mis años tengo demasiadas relaciones fallidas, deudas en mis tarjetas de crédito, más camisas de las que caben en mi armario y una buena cantidad de verdaderos amigos.