lunes, 26 de enero de 2009

Loser

lunes, 26 de enero de 2009

Hoy me puse a pensar en todo lo que me hace falta para poder decirme exitoso. Tengo 25 años, jamás he tenido una relación seria, nunca he tenido un trabajo real y tampoco he terminado la carrera. Todo el tiempo escuchamos sobre personajes que para el común denominador de la población podrían ser perfectamente ficticios. Sin embargo, aparecen en los libros de superación personal, en la sección de negocios de los diarios y hasta en testimonios de supervivencia en eventos de caridad. Pero, ¿qué hay de todos los demás? El resto de nosotros no debería sentirse menos afortunado por tener menos dinero, un montón de relaciones fallidas o alguna discapacidad. Cada uno es un héroe y protagonista de su historia. Mi padre siempre decía que no hay excusa para el fracaso. Yo tengo la certeza que sí la hay. Puedes fracasar las veces necesarias siempre y cuando sigas intentando. La vida está llena de eventos desafortunados, de lo contrario el periódico de mañana sería una hoja en blanco. Son esos defectos, esas caídas las que resaltan lo bueno. La parte complicada es darse cuenta de que, como sea, seguimos de pie y compitiendo por llegar a la meta. En el camino encontraremos vicios y virtudes, adoptaremos buenas conductas y malos hábitos, nos romperán el corazón y volveremos a enamorarnos. Esa es la verdadera magia, la que levanta de nuevo el espíritu. La relación a la que debemos ponerle más cuidado es aquella olvidada. La que tenemos con nosotros mismos. Sin mí no hay nosotros. Aprendemos a conjugar los tiempos por la primera persona y más adelante olvidamos que nacimos solos. Vamos encontrando familiares a lo largo de los años y hasta les ponemos nombres. Novio, amante, amigo, enemigo, "ex", hermano... Podemos tener relaciones que duren para siempre, siempre y cuando nosotros estemos casados con nuestro propio ego. De lo contrario no hay historia que contar. Deberían existir premios para aquel que soporta más rompimientos, aquel que ha cambiado más de empleo o aquel que simplemente se levanta de cada mañana con la misma ilusión que a los seis años. El mundo de hoy nos hace sentir culpables por comer helado, tomar cerveza o acostarnos con cualquier cantidad de gente. Los juicios vuelan de boca en boca haciéndonos sentir insuficientes. Las capacidades de cada persona son puestas a revisión por profesores, jefes o cualquier otro que se sienta con la autoridad moral de elaborar un juicio. Vivimos expuestos a la crítica de personas que creen saber más que nosotros sobre la vida. El problema es que les creemos. Creemos que alguien es capaz de decirnos cómo me siento, qué debo hacer o hacia dónde debo ir. Pero nadie, nadie sabe más sobre nosotros que nosotros mismos. Así que yo digo. Fracasa, piérdete, llora, mal copea, se diplomáticamente incorrecto y vive tú vida como tú la quieras. Escucha a aquellos que te quieren, compite contra ti mismo en el gimnasio, come sanamente por tú espíritu y lleva la vida que siempre has querido tener con los recursos que puedas conseguir. Explota tus capacidades, crece en lo que quieres y mientras lo encuentras, prueba todos los sabores de helado. Enamórate las veces que sean posibles y si sólo fue por una noche, no te culpes a la mañana siguiente. Cree en ti y en lo que quieres. Quiérete y no actúes en contra de tu naturaleza que ahí radica el verdadero pecado o dicho en otras palabras la traición a ti mismo.

 

A fin de cuentas no tenemos más que tiempo, tiempo indefinido pero no infinito. Vida para seguir fracasando con la esperanza de que justo en el segundo antes de que todo termine puedas decir "no necesito más". Hoy me siento exitoso porque sigo ensayando mi obra maestra. Y como prueba de mis años tengo demasiadas relaciones fallidas, deudas en mis tarjetas de crédito, más camisas de las que caben en mi armario y una buena cantidad de verdaderos amigos.