martes, 14 de abril de 2009

De la voz

martes, 14 de abril de 2009
De la nostalgia han nacido muchos pensamientos que llenan mi cabeza últimamente. Me siento muy libre, tan libre como cuando corría por el jardín de mi casa a los seis años. La vida sin duda en la niñez es mucho más simple. Los niños creen en fantasías, juegan con lo que sea y sobre todo dicen la verdad compulsivamente. Mientras vamos creciendo encapsulamos los pensamientos y los sentimientos. Nos transformamos de transparentes a opacos quizá sin intención pero como sea articular aquello que nos mueve se vuelve muy complejo. Definitivamente sentimos y pensamos pero no expresamos, no lloramos cuando algo nos duele ni reímos sin parar por tonterías. Vivimos estoicos e inexpresivos, sin embargo hay un niño muy adentro que siente de la misma forma y con la misma intensidad por siempre. El miedo al rechazo, a la burla y al dolor nos impide seguir inocentes. Ocultamos con máscaras y eufemismos nuestras verdaderas intenciones y en el proceso perdemos la espontaneidad y la sencillez. Peleamos por la libertad de expresión pero dejamos pasar momentos clave para hacerlo. No puedo evitar el preguntarme ¿si la vida es tiempo limitado, por qué lo perdemos callando? 

Si bien es cierto que decir la verdad sin procesarla puede resultar caótico, también es cierto que no expresarnos causa una frustración extrema. Decir te amo, me duele, tengo miedo es volvernos vulnerables ante lo desconocido. Las reacciones de los demás involucrados nos paralizan. Mientras más sabe alguien de ti más daño puede hacerte pero eso no quiere decir que manteniendo todo en silencio no saldrás lastimado. A veces necesitas admitir lo que sientes para vivirlo. Cuando exponemos los secretos frente alguien más nos damos cuenta que en realidad no eran tan graves como para mantenerlos ocultos. Lo mismo pasa con los sentimientos inexpresados, cuando salen a la luz podemos cogerlos por completo o superarlos pero como sea dejan de atormentarnos. Para que una relación de cualquier índole funcione es necesario decirlo todo conforme va surgiendo. Guardarlo para después o mantenerlo en la oscuridad sólo causa duda en el otro y tortura autoinfringida. Pero, ¿cuál es la causa del silencio? ¿por qué no decir las cosas en su momento? Las razones varían de acuerdo a la circunstancia pero lo más común es el miedo. El miedo a la reacción, a herir al otro, a exponer nuestra verdadera personalidad. No cabe duda, las palabras son una herramienta de consuelo y de tortura, son la forma más habitual de conocer y proyectar. Parecen un simple conjunto de letras pero llevan consigo mucho más. Llevan de la mano la liberación del espíritu. Expresar lo que eres te hará vivir sin cargas innecesarias. 

Así que yo digo, ¡grita! habla con el corazón y expresa lo que sientes en el momento preciso. Escucha con atención y vive libre de secretos. No pasa nada, di lo que sientes y piensas como lo hacías en el kinder. Habla y exprésate como lo sientas, no tengas miedo a lo que pase después sino a perder lo que quieres por no pedirlo. Lo que piensas y sientes vale la pena y merece ser escuchado. Después de todo los héroes nacen cuando exponen lo que son al mundo así que demuestra lo que eres y se coherente con lo que dices. Habla, lo que sientes y piensas puede ser justo lo que alguien necesita escuchar. 

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