martes, 10 de marzo de 2009

Sexperimenta

martes, 10 de marzo de 2009

Hay cualquier cantidad de tabúes acerca del acto sexual. Las connotaciones que nos enseñan desde pequeños son negativas y sucias. Sin embargo, el sexo nos acerca más a alguien, y fuera de otra cosa, nos acerca a la vida o al menos, a sentirnos vivos. El sexo puede ser un deporte o la mejor manera de demostrar amor pero como quiera que sea, nunca puede ser sólo sexo. Explorar y conocer nuestra sexualidad es una forma básica de conocer lo que somos. Bien dicen que la gente es en la cama como es en la vida. Por lo tanto, no puedo evitar el preguntarme ¿hacer el amor es forjar la vida?

 

La vida y sus actividades están repletas de sexo. De acuerdo con Freud todo se relaciona con el sexo. La experimentación se ha vuelto mucho más fácil, conseguir a alguien dispuesto a ser kinky resulta sencillo con la actitud y la retórica correcta. Entonces, ¿por qué una vida sexual activa es tan socialmente condenada? Seas hombre o mujer el tener múltiples parejas en la intimidad se vuelve un chisme en la plática de lenguas envidiosas.  Es entonces donde el sexo se vuelve un secreto a voces. La vulnerabilidad con la que nos presentamos en el momento del encuentro es un reflejo del alma. Estamos expuestos a la crítica de ojos muy atentos. Quizá por sentimiento o por mera atracción llegamos a la cama con alguien y vamos descubriendo con novedad o previo conocimiento los puntos más sensibles de otra persona. La conexión instantánea revela la química favorable o una mala reacción, pero como sea existe un vínculo que nos hace sentir la fusión de cuerpos y eso se vuelve parte de nuestra historia. Es precisamente nuestra historia la que define nuestra sexualidad y la forma de compartirla. Las enseñanzas de la niñez y las pruebas de la adolescencia van formando nuestra personalidad sexual. Quiénes somos y qué hacemos es un reflejo directo de nuestra historia y por lo tanto de nuestra sexualidad. La decisión de acostarse con alguien va resultando mucho más simple con la experiencia, pero hay un problema. Mientras más experimentas más complicado se vuelve definir los gustos verdaderos y libres de culpa.

 

El sexo y sus diversas actividades siempre llevan intrínseco el placer -a excepción de algunas ocasiones fatales-. Ni los deportes extremos logran hacernos sentir tan vivos como un buen orgasmo. La cercanía, el calor y la intimidad con alguien revelan un arrebato de vida. El corazón late más fuerte, la respiración se agita y el cuerpo responde ante otro. Pero cuando todo termina y la sobriedad regresa en la mente afloran cualquier cantidad de ideas. Puedes sentirte completamente satisfecho, terriblemente solo o asquerosamente culpable. Es aquí donde el sexo se vuelve un misterio. Si el sexo fuera deporte me queda claro que todos seríamos atletas de alto rendimiento. Si tuviera un fin único de procreación muy probablemente habría menos habitantes en el planeta. Pero es mucho más, es una combinación de entrega y egoísmo. Lo hago por mi placer pero estoy dando todo de mi. La forma en la que nos acerca con alguien es inexplicable. Las barreras se caen y la fusión es inevitable.

 

El sexo y su presencia en nuestra historia define mucho de la forma en la que nos ven los demás. Ser gay, ser puta, ser célibe se vuelve una etiqueta y un estereotipo. Pero sea cual sea la forma en la que la vivimos, nuestra sexualidad permea al resto de las áreas de nuestra personalidad. El afecto y la conexión que logramos a través del sexo va formando relaciones que nos marcan para siempre. Fuera de todo tabú, el sexo es una mítica forma de expresarnos y la mejor forma de compartirnos. El simple hecho de tocar a alguien más, de sentir como replica ante nosotros es conocer a alguien en lo más íntimo que tiene. Dejar afuera los limitantes y entregarte al momento nos da la posibilidad de experimentar todo lo que somos capaces de ser: dulces, inocentes, violentos, locos o salvajes.

 

No estoy alabando la promiscuidad pero no condeno la experimentación. Vivimos llenos de ideas negativas y torturantes que amenazan el placer sexual. Así que yo digo, quiere tu cuerpo y comparte sus posibilidades. No te limites por las buenas costumbres ni permitas que alguien te haga sentir mal por lo que haces en la cama. Conócete y descubre qué te hace sentir bien contigo y los límites que te protegen del atisbo. Guarda lo que eres para la persona indicada pero no te sientas culpable por un buen acostón casual. Diviértete y se libre. No podrás estar más cerca de alguien que desnudo cuerpo a cuerpo. Vive tu sexualidad responsablemente pero no te conduzcas por los regímenes sociales. Cuando en verdad logres hacer el amor, no te detengas, muerde, rasguña y grita. Después de todo cuando se cae la ropa, se caen los muros que te separan, se van los miedos y tenemos la maravillosa posibilidad de vivir en alguien más. 

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