martes, 24 de marzo de 2009

De magia y otros cuentos

martes, 24 de marzo de 2009
“Caminante no hay camino se hace camino al andar. Al andar se hace camino y al volver la vista atrás se ve la senda que nunca se ha de volver a pisar.” Es una pequeña parte de una de mis canciones favoritas. Estamos tan acostumbrados a vivir la vida que a veces se nos olvida su inminente final. No viviremos para siempre y debemos darnos cuenta que cada decisión que tomamos va forjando nuestra trascendencia. Vamos haciendo un camino que con suerte, valdrá la pena recordar. Cuando estamos frente a una pantalla de cine creemos que la ficción reflejada existe sólo en la mente de los guionistas. Envidiamos las míticas historias de los grandes héroes, o los fantásticos romances eternos de los famosos chic flicks. De lo que no nos damos cuenta es que la realidad inspira los largometrajes y que somos capaces de vivir la magia del cine en nuestra vida diaria. No puedo evitar el preguntarme ¿la realidad siempre supera a la ficción?

Es cierto que las películas no están hechas en tiempo real y que en ocasiones presentan situaciones demasiado imposibles como para ser imitadas pero, como sea, en la vida diaria hay toques de magia que pasan desapercibidos si no prestamos atención. Se nos olvida que todos somos capaces de realizar grandes hazañas. Lo que muestran las pantallas son simplemente hombres o mujeres, que de ser reales, serían atrevidos. Atrevidos a ser diferentes y expresarse de maneras peculiares. Siempre lo digo porque es cierto, la vida es lo que haces con ella. Si decides ser ordinario y vivir un clásico “sueño americano” no pasa nada. Pero para mi no es suficiente. Necesito magia, y la mejor definición que he escuchado para ésta controversial palabra me la dio un profesor de la carrera y dice: “Magia es la dimensión donde el espíritu domina lo material”. Hombre, ¡qué bonito! ¿No? La capacidad del espíritu, siendo este nuestra propia esencia, de subordinar la materia va mucho más allá de un sombrero de copa y una varita mágica. Habla de nuestra capacidad de sentir y pensar con tal convicción que todo lo externo se ve obligado a cambiar. Volviendo los besos hechicería y las sonrisas encantos. Somos inspiración en potencia.

El camino y sus circunstancias están fuera de nuestro control pero eso no quiere decir que tengamos que doblar las manos frente al destino. Entonces, ¿por qué entramos en pánico en tiempos adversos?, ¿por qué vivimos haciendo planes para un futuro incierto en lugar de disfrutar el momento? Vivir en perpetua angustia no es vivir. Lo que hace ejemplares a las grandes historias que habitan en Blockbuster es, en efecto, el desenlace después del clímax y el clímax en sí es una complicación. Por lo tanto las decisiones que tomas día con día se vuelven los ladrillos que construyen la persona que eres. Con las malas decisiones se construyen las murallas que nos separan del objetivo, pero también en ocasiones especiales, las mejores enseñanzas. De las buenas decisiones está hecho el camino de nuestra realización. Por supuesto lleva mucho más tiempo, accidentes, recortes en el presupuesto y muchas, muchas murallas superadas. Siempre he creído que tengo un alma antigua y quizá por eso me exijo tomar mejores decisiones de las que me permiten mis años. El punto no es vivir en arrepentimiento por las malas elecciones sino vivir hoy lo que siento, pienso y por lo tanto decido y obligar a la magia a aparecer. A que nuestro espíritu prevalezca y adquiera experiencia dominando al mundo material. La magia está presente todo el tiempo. En esas ocasiones cuando sientes algo tan fuerte que no cabe en tu cuerpo, cuando lloras sin sentido, cuando ríes a carcajadas, cuando tienes el peor día de tu vida y algo pasa para volverlo la mejor experiencia. Ahí está la magia, en tu propio espíritu al nunca darte por vencido.

Así que yo digo, busca héroes, hechiceros, brujas, princesas y duendes con quienes filmar tu película. Se creativo para demostrar lo que sientes. Ríete de los problemas y toma las cosas a la ligera pero con responsabilidad. Vive el presente con todas las ganas y crea ficción con realidad. Después de todo de lo único que puedes estar seguro en la vida es que no saldrás vivo de ella. Así que con magia y decisiones construye un pasado que te enorgullezca, vive un presente que te satisfaga y sueña en un futuro en tus ratos libres.

martes, 17 de marzo de 2009

Malos hábitos

martes, 17 de marzo de 2009

Creo que la gente no está consciente de las consecuencias de una mala relación. Cabe mencionar que este fin de semana tuve que salir escoltado de un departamento por la policía a raíz de un arranque de celos que salió de control. ¡Habráse visto! Lo peor del caso es que la mujer provocadora del problema se sentía feliz e importante por la golpiza organizada en su honor. El pensar que alguien se agarra a golpes por mi, además de ser increiblemente narcisita, es increiblemente estúpido. Sobre todo si el individuo en cuestión te ha demostrado que fuera de la cama no le importas. No puedo evitar el preguntárme, cuando de relaciones se trata ¿cómo saber cuando es suficiente?

 

Alguna vez escuche que el amor se mide en dolor, cuanto estás dispuesto a aguantar por alguien es cuanto lo quieres. Me parece una premisa muy válida y en efecto verdadera. El dolor que aguantamos por la gente que amamos es sin duda clave para definir la magnitud del sentimiento. Una madre es capaz de aguantar pianos por un hijo, pero cuando la relación no es consanguínea ¿cómo saber que vale la pena el dolor que estamos dispuestos a soportar? Una relación sado masoquista no necesita de dos. Uno mismo puede ser el sádico y el masoquista, y muchas veces actuamos de tal manera por la falsa ilusión de que algún día todo habrá valido la pena. Nos azotamos pensando “me quiere” y abrazamos el dolor del rechazo. Puede el mundo decirnos que estamos equivocados pero no importa. Nadie lo sabe ¡pero me ama! Volvemos gestos básicos de cortesía grandes actos de amor y justificamos cualquier cantidad de groserías bajo excusas como “ha tenido un mal día” o “no era personal”. Es tanta la necesidad de afecto que no nos damos cuenta que es más grande el daño que el beneficio. Estoy seguro que es mejor estar solo que mal acompañado pero la gente insiste en basar su felicidad en tener una pareja y por ende, permite violaciones emocionales –y en ocasiones físicas—con tal de no estar solo. Si pensamos que estadísticamente es imposible que todos los habitantes del planteta vivan en par, la compra de pánico sería inevitable. Sin embargo, si cada quien tuviera un plan de vida personal y buscara su satisfacción fuera del núcleo de pareja quizá habría más gente exitosa en el mundo y menos depresivos el 14 de febrero.

 

Como sea, para saber cuando ha sido suficiente es necesario pensar con la cabeza fría y matar la vaga esperanza de que algo mágico puede suceder. Aceptar que has hecho todo lo posible por una relación y, con mucha voluntad, dejar ir. No se vale que alguien juegue contigo. No se vale que te usen como juguete sexual. Las relaciones casuales pueden ser increíblemente divertidas siempre y cuando ambas partes estén bajo las mismas circuntancias. El amor no es una tortura ni debe vivirse como una condena. Si no es correspondido ni modo, no era para ti. El vivir cegados a la realidad ocasiona daños que a veces, ni la terapía puede remediar. Culpamos al otro como si en verdad fueramos víctimas de su desprecio cuando en realidad buscamos el desprecio para saber que al menos siente algo hacia nosotros. No somos vícitimas sino bufones. Bufones dispuestos a la vergüenza pública por el aplauso de un rey que no sabe ni su nombre. En realidad, somos nosotros los culpables, somos nostros los inquisidores. Somos nosotros los idiotas dispuestos a querer a alguien más por encima de nuestra propia salud mental. No es amor sino capricho lo que nos obliga a permanecer en circunstancias adversas cuando el premio no vale ni la inversión inicial.

 

Así que yo digo, valórate y busca alguien que merezca tu afecto y total entrega. Piensa que la gente que te quiere es la que está contigo un domingo de cruda. No veas señales de humo cuando no existe un fuego que las provoque. Entérate que vales la pena por quien eres con la ropa puesta. No finjas que no sabes lo que te hace daño y no te conformes con un te amo lleno de alcohol y mentira. Decir basta no es cerrarte a la posibilidad de encontrar el amor sino darte tu lugar en la fila de espera. Busca tu satisfacción y comparte tu vida con alguien dispuesto a vivirla contigo. Después de todo, contra todo pronóstico, la tormenta pasa y reconstruimos lo perdido para volver a empezar. 

martes, 10 de marzo de 2009

Sexperimenta

martes, 10 de marzo de 2009

Hay cualquier cantidad de tabúes acerca del acto sexual. Las connotaciones que nos enseñan desde pequeños son negativas y sucias. Sin embargo, el sexo nos acerca más a alguien, y fuera de otra cosa, nos acerca a la vida o al menos, a sentirnos vivos. El sexo puede ser un deporte o la mejor manera de demostrar amor pero como quiera que sea, nunca puede ser sólo sexo. Explorar y conocer nuestra sexualidad es una forma básica de conocer lo que somos. Bien dicen que la gente es en la cama como es en la vida. Por lo tanto, no puedo evitar el preguntarme ¿hacer el amor es forjar la vida?

 

La vida y sus actividades están repletas de sexo. De acuerdo con Freud todo se relaciona con el sexo. La experimentación se ha vuelto mucho más fácil, conseguir a alguien dispuesto a ser kinky resulta sencillo con la actitud y la retórica correcta. Entonces, ¿por qué una vida sexual activa es tan socialmente condenada? Seas hombre o mujer el tener múltiples parejas en la intimidad se vuelve un chisme en la plática de lenguas envidiosas.  Es entonces donde el sexo se vuelve un secreto a voces. La vulnerabilidad con la que nos presentamos en el momento del encuentro es un reflejo del alma. Estamos expuestos a la crítica de ojos muy atentos. Quizá por sentimiento o por mera atracción llegamos a la cama con alguien y vamos descubriendo con novedad o previo conocimiento los puntos más sensibles de otra persona. La conexión instantánea revela la química favorable o una mala reacción, pero como sea existe un vínculo que nos hace sentir la fusión de cuerpos y eso se vuelve parte de nuestra historia. Es precisamente nuestra historia la que define nuestra sexualidad y la forma de compartirla. Las enseñanzas de la niñez y las pruebas de la adolescencia van formando nuestra personalidad sexual. Quiénes somos y qué hacemos es un reflejo directo de nuestra historia y por lo tanto de nuestra sexualidad. La decisión de acostarse con alguien va resultando mucho más simple con la experiencia, pero hay un problema. Mientras más experimentas más complicado se vuelve definir los gustos verdaderos y libres de culpa.

 

El sexo y sus diversas actividades siempre llevan intrínseco el placer -a excepción de algunas ocasiones fatales-. Ni los deportes extremos logran hacernos sentir tan vivos como un buen orgasmo. La cercanía, el calor y la intimidad con alguien revelan un arrebato de vida. El corazón late más fuerte, la respiración se agita y el cuerpo responde ante otro. Pero cuando todo termina y la sobriedad regresa en la mente afloran cualquier cantidad de ideas. Puedes sentirte completamente satisfecho, terriblemente solo o asquerosamente culpable. Es aquí donde el sexo se vuelve un misterio. Si el sexo fuera deporte me queda claro que todos seríamos atletas de alto rendimiento. Si tuviera un fin único de procreación muy probablemente habría menos habitantes en el planeta. Pero es mucho más, es una combinación de entrega y egoísmo. Lo hago por mi placer pero estoy dando todo de mi. La forma en la que nos acerca con alguien es inexplicable. Las barreras se caen y la fusión es inevitable.

 

El sexo y su presencia en nuestra historia define mucho de la forma en la que nos ven los demás. Ser gay, ser puta, ser célibe se vuelve una etiqueta y un estereotipo. Pero sea cual sea la forma en la que la vivimos, nuestra sexualidad permea al resto de las áreas de nuestra personalidad. El afecto y la conexión que logramos a través del sexo va formando relaciones que nos marcan para siempre. Fuera de todo tabú, el sexo es una mítica forma de expresarnos y la mejor forma de compartirnos. El simple hecho de tocar a alguien más, de sentir como replica ante nosotros es conocer a alguien en lo más íntimo que tiene. Dejar afuera los limitantes y entregarte al momento nos da la posibilidad de experimentar todo lo que somos capaces de ser: dulces, inocentes, violentos, locos o salvajes.

 

No estoy alabando la promiscuidad pero no condeno la experimentación. Vivimos llenos de ideas negativas y torturantes que amenazan el placer sexual. Así que yo digo, quiere tu cuerpo y comparte sus posibilidades. No te limites por las buenas costumbres ni permitas que alguien te haga sentir mal por lo que haces en la cama. Conócete y descubre qué te hace sentir bien contigo y los límites que te protegen del atisbo. Guarda lo que eres para la persona indicada pero no te sientas culpable por un buen acostón casual. Diviértete y se libre. No podrás estar más cerca de alguien que desnudo cuerpo a cuerpo. Vive tu sexualidad responsablemente pero no te conduzcas por los regímenes sociales. Cuando en verdad logres hacer el amor, no te detengas, muerde, rasguña y grita. Después de todo cuando se cae la ropa, se caen los muros que te separan, se van los miedos y tenemos la maravillosa posibilidad de vivir en alguien más. 

lunes, 2 de marzo de 2009

Hoja en blanco

lunes, 2 de marzo de 2009

Muchas veces he escuchado la frase “en el corazón no se manda” y por mucho tiempo lo creí como cierto. Sin embargo estoy seguro de que cuando de relaciones se trata hay un momento, una decisión en la que eliges coger el sentimiento y caer al vacío o dejar el momento pasar y olvidar lo que pudo haber sido. No hay garantías, hay fe, hay razón y hay muchas pero muchas emociones. El juicio se nubla y el juego se pierde, o se gana dependiendo del resto de la historia. Sin embargo existe un factor determinante  para la elección, la memoria. ¿Cómo olvidar todos los fracasos anteriores? ¿cómo saber que no voy a volver a darme en la madre? Ante la incertidumbre no puedo evitar el preguntarme ¿vale la pena?

 

Vamos por la vida conociendo gente, amando, torturando, involucrándonos con cualquier cantidad de personas equivocadas. Puede que en el momento haya sido la mejor opción. Puede ser un grato recuerdo o una terrible pesadilla. Como sea dejamos el pasado donde corresponde y seguimos un poco más dolidos y, con suerte, algo más sabios. Olvidamos los errores o en el mejor de los casos aprendemos de ellos. Pero cuando surge una nueva posibilidad algo nos detiene. Volver a creer no es una cuestión sencilla y no se vale cobrar cuentas vencidas a nuevos clientes potenciales, pero no podemos evitarlo. La memoria nos recuerda la fragilidad del corazón y las vicisitudes de la relación anterior. Pesamos con la balanza calibrada por la experiencia. El problema es que quizá en ésta ocasión encontramos a la persona indicada, la otra ala para poder volar. ¿Cómo saber que estamos cara a cara con el verdadero amor, o al menos con algo muy similar? Si bien es cierto que lo más probable es que no sea el amor de mi vida, también es cierto que puedo estar entrando a una relación maravillosa con alguien valioso, y quizá mi pareja perfecta.

 

Las relaciones se van volviendo mucho más complejas conforme pasan los años. Nos volvemos más cínicos, más críticos y más exigentes. Tristemente ya no somos tan inocentes como para enamorarnos después de un fin de semana perfecto y eso no es tan malo como suena. La mayoría de la gente gatea antes de dar el primer paso, pero con el tiempo, la necesidad moderna de inmediatez y la sed de romance en muchas ocasiones nos “enamoramos” después del primer beso. ¿Qué sentido tendría algo tan fácil? El enamoramiento se cocina a fuego lento. Entonces, por qué nos empeñamos en saber de entrada si podemos poner toda la carne en la parrilla cuando no hemos prendido ni el carbón. Conocer a alguien toma tiempo. Con los amigos pasamos horas, meses o en ocasiones años antes de llamar a alguien llorando a las tres de la mañana con la plena confianza de que sabrá entenderme. Pero cuando de una pareja se trata buscamos saberlo todo en el menor tiempo posible. La presión de enamorarme antes que la contraparte nos mortifica al punto de la obsesión. ¡Caray, no es tan grave! Si vamos dosificando los afectos y dando tiempo a que el vino madure, lo más seguro es que tendremos un buen sabor de boca al final de la cena o al menos  no nos será tan difícil cambiar de botella. Pero si por el contrario nos tragamos la masa cruda es seguro que tendremos una indigestión terrible y no unas deliciosas galletas. No podemos olvidar el fracaso pero podemos confiar en la posibilidad de que no se repita. Podemos creer en los hechos sin fantasear en el futuro, y lo mejor, podemos disfrutar del momento. No tenemos la certeza de que no acabaremos con el corazón roto pero tenemos la esperanza de sentirnos enamorados una vez más.

 

Para saber si vale la pena o no, lo único que podemos hacer es esperar. Darle tiempo a que demuestre su inocencia antes de juzgarlo culpable y mandarlo a la horca. Después de todo nadie está libre de culpa. Todos tenemos un lado temible, siempre somos capaces de hacer daño pero esperamos que no nos vean como una amenaza y por lo tanto, no debemos cerrar la puerta antes de tocar el timbre. Así que yo digo, sal a la calle sin expectativas, sonríe ante la atracción, juega, diviértete y ríe antes de jurar que acabaras rompiendo en llanto. Cree, experimenta y analiza con la cabeza y el corazón. Ábrete a las posibilidades. Arriésgate y si vez que sube la oferta apuéstalo todo. No saltes al postre antes de probar la entrada. Vive los tiempos en presente y déjate llevar. Por mi parte había jurado no volver a caer en el absurdo juego del romance pero a fin de cuentas es el tiempo quien tiene todas las respuestas, y  ante toda evidencia, ante toda lógica, ante semejante desafío no puedo evitar el caer en la tentación y lanzarme a la aventura.