jueves, 4 de octubre de 2012

La vida es siempre tomar el volante

jueves, 4 de octubre de 2012


Hoy me invitaron a un evento muy peculiar. Una noche de Chivas Regal titulada “The art of hosting”. En primera instancia, me puse a pensar en el arte de entretener por supuesto. De abrir tú casa a un grupo de gente. De amigos, de amores… pasados o presentes -no importa. De retratos y personajes.

A mí en realidad no me gusta caminar. Me gusta la idea de caminar sin rumbo, pero si he de ir hacia un lugar determinado, quizá prefiero el auto.

Manejando de regreso a casa, me di cuenta de algo. La vida es siempre tomar el volante.

Bajo esa premisa, uno podría pensar que el camino ya está establecido. Quizá por Dios, quizá por urbanistas; pero siempre, siempre está la decisión de elegir la ruta. No estoy seguro de ser creyente del destino. De saber que alguien tiene mi rumbo determinado; y sin embargo, me doy cuenta que hay pocas cosas en la vida que están en nuestro control: comer por ejemplo.

De lo que sí soy creyente, es de siempre estar a cargo. Ser el protagonista, el que mueve el volante.
No estoy seguro de haber tomado el camino correcto. Por supuesto, no he llegado a la meta. Pero hace unos días, platicando con mis amigas (familia), me di cuenta que sí tengo la vida mapeada. A pesar de no sentirme completamente seguro de hacia dónde ir, tengo cierta la idea de lo que quiero, y de lo que no.  Y eso, eso en sí ya es un avance.

Debo admitir, que no he tomado todas las decisiones trascendentales de mi vida solo. He tenido muchas influencias. No elegí mi universidad por mi gusto, sino por lo que quería mi familia. No decidí salir de un impase por mi propia cuenta, sino empujado por los que más me quieren. No decidí que quería trabajar hasta que una relación me obligó a hacerlo. Mi coche lo eligió mi ex…

A pesar de todo, hace pocos años decidí -de manera inconsciente- tomar el volante.  Hacerme cargo de mí y mis decisiones. De mis sueños, de mis mentas y mis secretos. Y entonces, entonces todo cambió.

De poco más de un año a la fecha, puedo decir que mi espíritu me orilló a ser yo.  A hacer lo que quiero y a ser lo quiero. No fue fácil.

Quizá me desesperé muy rápido. Quizá tomé la vía rápida… bueno, no tan rápida pero cómoda. Como quiera, fue lo mejor. Hoy soy el resultado de una gran ecuación de sentimientos, operaciones matemáticas y gustos. Gustos particulares, costumbres sociales, necesidades personales y obligaciones familiares. Todo dando como resultado un conjunto de órganos y emociones.

¡Caray! Difícil es manejar las emociones. Si éstas fueran un camino, no existiría asfalto que pudiera contenerlas, hacerlas permanentes. Y ahí está el encanto; en la volatilidad que tienen. En las vicisitudes que provocan. En el resultado inesperado que contienen.

Cuando manejas por el camino de la vida, la idea es siempre llegar a casa. Al lugar sagrado de intimidad en el que te sientes cómodo. Seguro.

Es ahí donde “el arte de entretener” se vuelve más una tarea. Un oficio para el que te entrenas día con día. Elegir a los invitados, preparar la comida, distribuir bien los tragos…

Para llegar a ello, mientras manejas por el camino puedes tener reencuentros, toparte con nuevos amores, hijos, amigos -que siempre sirven de mapa, expectativas.

Manejar no es tan sencillo. Tomando la Ciudad de México como ejemplo, es probable que te encuentres con baches, topes, curvas. Que te asalten amores y roben todos tus sentimientos. Que la ruta sea oscura y por rumbos desconocidos. Que no jale el GPS y sólo tengas el instinto como guía. Calles cerradas, laterales pecaminosas.

No hay manera de saber si tomaste la mejor ruta. En comparativa con otras, quizá la tuya tuvo más tráfico. Mejores vendedores ambulantes, patrullas u obras públicas. Comparar, al igual que encontrar culpables, nunca resuelve nada.

Vivimos manejando hacia el autodescubrimiento. Hacia ese lugar que podemos llamar hogar.
Sin embargo, cada quien tiene sus rutas favoritas. Hacia el amor, hacia el vicio, hacia el logro, hacia la destrucción, hacia la razón.  

A pesar de ir auto con auto, tu visión está orientada por la circunstancia. Por las historias de relaciones, fallidas, perfectas, inquietantes, llenas de necesidades. Por el querer y no ser. Tomar el volante es una decisión crucial. Igual que en un auto, llevas tu vida en las manos. 

A quién subes al auto para llegar a tu casa y entretener, se vuelve confuso. Para descifrarlo tenemos el instinto, los sentimientos y la inteligencia.  El equilibrio versa en saber cómo manejarlos.

Al final, yo creo que la prisa no ayuda en nada. Manejar es tomarte tu tiempo, conducir con cuidado. Disfrutar del paisaje. Trabajar para pagar la gasolina. Y quizá, por supuesto no en el auto, tomar un trago de whiskey y vivir el momento.

martes, 10 de julio de 2012

Change 2014

martes, 10 de julio de 2012

Supongo que es el cambio el impulsor de la historia. Es el cambio quien crea la personalidad y el carácter. El cambio es inevitable. La forma en la que nos ajustamos a un nuevo mundo en una misma ciudad, a un nuevo amor en el mismo corazón que alguna vez estuviera roto, o a una nueva historia dentro de la misma vida, es el cambio. Mutamos, cada día cambiamos. Quizá sea imperceptible o puede ser intempestivo, pero sucede. De pronto ya no estás ahí. Ya no eres la misma persona. 

Cuando me siento nostálgico, muchas veces recurro a las redes sociales y empiezo a ver las fotos. Mis fotos. Fotos de lo que algún día fui. Momentos felices, momentos que merecen recordarse. Quizá por mi alma antigua, también tengo una caja con fotos impresas. De esas que no compartes. La realidad es que nunca borro o destruyo una foto. No importa quién aparezca en la imagen. Son mis recuerdos, mis dolores, sonrisas y lágrimas. Mis amores, mi pasado y una gran esperanza del futuro.

Puedo decir que he tenido una gran vida. Probablemente mucha gente pueda decir lo mismo (o eso espero). Una de mis películas favoritas es “Meet Joe Black”. En realidad por dos momentos de la trama. Uno, cuando Bill Parrish comparte su sabiduría sobre el amor con su hija y dos, cuando da un breve discurso en su fiesta. No citando textualmente, dice algo así: “…and I'm going to break precedent and tell you my one candle wish: that you would have a life as lucky as mine, where you can wake up one morning and say, ‘I don't want anything more’. Sixty-five years. Don't they go by in a blink?”

Lo que me parece maravilloso es la idea. La idea de despertar un día, al final de la vida, y no querer nada más. No buscar más tiempo, porque el tiempo que tuviste fue bien aprovechado. No sentir frustración, porque los logros fueron tantos que tienes el corazón lleno de triunfo. No sentir ausencia, porque alguna vez amaste.

Estoy cerca ya de los 30. Siento mucha emoción, tengo muchas ilusiones. Tengo mucha sed. Principalmente de dos cosas: amor y éxito.

El cambio en mi vida ha sido una constante mucho más consciente quizá que para muchos. He vivido en busca del cambio, de la realización, de la razón. Cada día hice un esfuerzo por ser diferente, por ser mejor. Hoy me doy cuenta que de facto, uno por naturaleza está sujeto al cambio. La vida, las circunstancias, te van formando, te van cambiando.

El cambio en realidad es evolutivo. Tal cual como una semilla. En esencia siempre será lo mismo, sin embargo, cada día es diferente. Pero a diferencia de la flora, los humanos podemos elegir que ir sembrando. Así que creo que soy el resultado de mis semillas que apenas empiezan a florecer.  

Hoy estoy feliz con lo que soy. Hoy finalmente soy. Soy un hombre en una eterna búsqueda de la razón, del amor y del éxito. Soy un cambio constante de colores. Soy una mezcla de luces y sombras. Soy. 

“The first step to getting anywhere is deciding you’re no longer willing to stay where you are”.
 –Unknown (Thanks for the quote Towee)

lunes, 28 de mayo de 2012

Nunca ser sin sentir

lunes, 28 de mayo de 2012

De pronto me puse a pensar. La gente siempre dice que es sencillo romper un corazón. Yo no lo creo.
Hablemos del corazón como la representación física del ser emocional y no del órgano latiente en una cavidad del pecho. Porque de ser así, cualquier cantidad de enfermedades podrían hacerlo y en efecto, de manera rápida y eficaz.
Pensando en lo sentimientos, ¿no son ellos los maestros de grandes lecciones?
A lo largo de mi vida, he tenido fuertes sentimientos hacia diferentes personas. He amado y sufrido, no sé si más o menos que los demás. He perdido amigos, familiares y hasta mascotas.
Puedo afirmar que mi corazón se ha roto en repetidas ocasiones y que en ninguna de ellas fue fácil. No es sencillo romper un corazón.
Por principio de cuentas, se necesita tener un poder de entrega suficiente que permita ofrecerlo de manera genuina y completa. Además, una fuerza externa de tal magnitud que destruya el sentimiento. A veces ni la razón lo logra.
En el intermedio está todo lo demás. Las experiencias, buenas o malas, los sentimiento y las emociones, las carencias personales, las necesidades cubiertas y por supuesto ese gran factor desconocido que elige a alguien en específico sobre todos los demás.
Sin pecar de modestia, yo me considero una persona muy entregada. Me gusta creer en lo bueno de la gente hasta que demuestran lo contrario. Me gusta dar lo que puedo y lo que más puedo es darme a mí. No soy alguien que va por la vida con miedo a ser lastimado, porque me rehúso a ceder ante la inminente decepción. No puedo imaginar mi vida con capas y escudos. Me cuesta mucho trabajo no sentir.
Hace poco tiempo pensé que era la mejor opción. Lo intenté. De verdad lo intenté. No pude.
Quizá entonces estoy destinado a que me rompan el corazón. A ser el idiota que va caminando por la vida como libro abierto. Hoy creo que no me importa.
Me parece triste y desolador creer que tienes que jugar para conquistar a alguien. Que tienes que mentir para ser exitoso. O pasar sobre la gente para ser alguien.
No quiero ser parte de una estadística jodida donde todos somos tan cínicos que ya nada importa. No quiero pertenecer a una generación de desconfiados que buscan únicamente su realización sin espíritu.
Me gusta la vida. Me gusta buscar sonrisas. Me gusta aprender lecciones. Y sí, cada vez que algo falla y me duele, mi corazón se rompe un poquito. Pero aprendo. Crezco y maduro. Busco nuevos sueños y tengo la fortuna de tener gente con quien compartirlos.
Cada vez que se me rompe el corazón, ahí están mis amigos. La familia de la vida que elegí y me eligió para caminar juntos. Para crecer, para compartir y para ser.
No es fácil romper un corazón. Así que mi propuesta es arriesgarlo un poco más. Creer un poco más.
Ahora que está tan en boga la idea de un cambio. Que la gente sale y se manifiesta en las calles para pedir un gobierno mejor. Por qué no buscar un cambio desde adentro. Ser una sociedad entregada al bien común. A fomentar ideales y valores que puedan desarrollarse de manera personal y afectar de manera positiva a la comunidad.
Decir “te quiero” con mayor frecuencia. Sonreír en la calle y saludar a extraños que topas día con día en el elevador. Creer que hay bondad en el mundo. Que se puede ser diferente, mejor.
Yo estoy seguro que si todos arriesgaran un poquito más de corazón el mundo sería un lugar más feliz. La felicidad es una actitud y no un cúmulo de circunstancias. Se multiplica cuando se comparte.
Compartir y compartirte quizá significa mayor riesgo. Pero por supuesto, como en todas las inversiones, también es más grande el beneficio.

viernes, 20 de enero de 2012

Superhéroe de corazón

viernes, 20 de enero de 2012

Algo que poca gente sabe de mí, es que siempre he querido ser un superhéroe.

No necesariamente porque involucra tener súper poderes y un cuerpo espectacular; o por la idea de tener a millones de fanáticos disfrazados como yo en halloween.

Para mí, la idea de ser un superhéroe nace del corazón.

Creo que en el fondo todos llevamos uno dentro. Puede quizá volverse un villano. Puede ser aquel que en ese momento necesita ayuda, pero me gusta creer que todos tenemos uno.

A lo largo del año pasado, aprendí tanto de mí que me siento un paso más cerca de portar la capa. Fue en efecto un año difícil y relativamente hostil. Lleno de cambios, lleno de corazón.

El valor nace de los sentimientos. Llega desde lo más profundo en los momentos de gran necesidad. Ese es mi héroe. Mi yo de aspecto alter ego que me rescata de situaciones espinosas.

Me gusta mi corazón. Me gusta saber que haría hasta lo imposible por lo que sé correcto. Me gusta la forma que tiene de amar. Me gusta cuando duele y cuando habla… Me gusta creer que tengo un corazón de superhéroe.

A lo largo de la vida, Dios, el destino, o cualquier similar en el que creas va planteando diferentes pruebas de valor. Nos presenta personas a quienes es complicado pero necesario querer. Situaciones que requieren de algo más que el simple análisis racional. Dolores y obstáculos enfocados a forjar sonrisas. Épicas relaciones fallidas o pequeñas tiras cómicas. Y el corazón ahí va. Luchando por mantenerse vivo. Por latir con fuerza, por limpiarse con llanto y fortalecerse con abrazos.

Me queda claro que los sentimientos y las emociones se forman en el cerebro a base de reacciones químicas. Sin embargo, me gusta creer en el corazón. Me gusta pensar en su capacidad de olvidar el dolor. Estamos biológicamente programados para ello; si no, no seríamos capaces de vivirlo de nuevo. Venimos al mundo, en efecto, programados como superhéroes.

Quizá no estoy en el mejor momento de estos 28 años. Quizá este es el momento en el que el corazón de superhéroe debe salir al rescate… y sé que lo hará.