Muchas veces he escuchado la frase “en el corazón no se manda” y por mucho tiempo lo creí como cierto. Sin embargo estoy seguro de que cuando de relaciones se trata hay un momento, una decisión en la que eliges coger el sentimiento y caer al vacío o dejar el momento pasar y olvidar lo que pudo haber sido. No hay garantías, hay fe, hay razón y hay muchas pero muchas emociones. El juicio se nubla y el juego se pierde, o se gana dependiendo del resto de la historia. Sin embargo existe un factor determinante para la elección, la memoria. ¿Cómo olvidar todos los fracasos anteriores? ¿cómo saber que no voy a volver a darme en la madre? Ante la incertidumbre no puedo evitar el preguntarme ¿vale la pena?
Vamos por la vida conociendo gente, amando, torturando, involucrándonos con cualquier cantidad de personas equivocadas. Puede que en el momento haya sido la mejor opción. Puede ser un grato recuerdo o una terrible pesadilla. Como sea dejamos el pasado donde corresponde y seguimos un poco más dolidos y, con suerte, algo más sabios. Olvidamos los errores o en el mejor de los casos aprendemos de ellos. Pero cuando surge una nueva posibilidad algo nos detiene. Volver a creer no es una cuestión sencilla y no se vale cobrar cuentas vencidas a nuevos clientes potenciales, pero no podemos evitarlo. La memoria nos recuerda la fragilidad del corazón y las vicisitudes de la relación anterior. Pesamos con la balanza calibrada por la experiencia. El problema es que quizá en ésta ocasión encontramos a la persona indicada, la otra ala para poder volar. ¿Cómo saber que estamos cara a cara con el verdadero amor, o al menos con algo muy similar? Si bien es cierto que lo más probable es que no sea el amor de mi vida, también es cierto que puedo estar entrando a una relación maravillosa con alguien valioso, y quizá mi pareja perfecta.
Las relaciones se van volviendo mucho más complejas conforme pasan los años. Nos volvemos más cínicos, más críticos y más exigentes. Tristemente ya no somos tan inocentes como para enamorarnos después de un fin de semana perfecto y eso no es tan malo como suena. La mayoría de la gente gatea antes de dar el primer paso, pero con el tiempo, la necesidad moderna de inmediatez y la sed de romance en muchas ocasiones nos “enamoramos” después del primer beso. ¿Qué sentido tendría algo tan fácil? El enamoramiento se cocina a fuego lento. Entonces, por qué nos empeñamos en saber de entrada si podemos poner toda la carne en la parrilla cuando no hemos prendido ni el carbón. Conocer a alguien toma tiempo. Con los amigos pasamos horas, meses o en ocasiones años antes de llamar a alguien llorando a las tres de la mañana con la plena confianza de que sabrá entenderme. Pero cuando de una pareja se trata buscamos saberlo todo en el menor tiempo posible. La presión de enamorarme antes que la contraparte nos mortifica al punto de la obsesión. ¡Caray, no es tan grave! Si vamos dosificando los afectos y dando tiempo a que el vino madure, lo más seguro es que tendremos un buen sabor de boca al final de la cena o al menos no nos será tan difícil cambiar de botella. Pero si por el contrario nos tragamos la masa cruda es seguro que tendremos una indigestión terrible y no unas deliciosas galletas. No podemos olvidar el fracaso pero podemos confiar en la posibilidad de que no se repita. Podemos creer en los hechos sin fantasear en el futuro, y lo mejor, podemos disfrutar del momento. No tenemos la certeza de que no acabaremos con el corazón roto pero tenemos la esperanza de sentirnos enamorados una vez más.
Para saber si vale la pena o no, lo único que podemos hacer es esperar. Darle tiempo a que demuestre su inocencia antes de juzgarlo culpable y mandarlo a la horca. Después de todo nadie está libre de culpa. Todos tenemos un lado temible, siempre somos capaces de hacer daño pero esperamos que no nos vean como una amenaza y por lo tanto, no debemos cerrar la puerta antes de tocar el timbre. Así que yo digo, sal a la calle sin expectativas, sonríe ante la atracción, juega, diviértete y ríe antes de jurar que acabaras rompiendo en llanto. Cree, experimenta y analiza con la cabeza y el corazón. Ábrete a las posibilidades. Arriésgate y si vez que sube la oferta apuéstalo todo. No saltes al postre antes de probar la entrada. Vive los tiempos en presente y déjate llevar. Por mi parte había jurado no volver a caer en el absurdo juego del romance pero a fin de cuentas es el tiempo quien tiene todas las respuestas, y ante toda evidencia, ante toda lógica, ante semejante desafío no puedo evitar el caer en la tentación y lanzarme a la aventura.
2 comentarios:
leerte es un placer.
gracias por todo lo aprendido ayer. te quiero.
Equivócate. Cambia. Intenta. Falla. Reinvéntate. Manda todo al carajo y empieza de nuevo cada vez que sea necesario. De veras, no pasa nada. Sobre todo si no haces nada.
Besa a tantos como puedas. Deja que te rompan el corazón. Enamórate, date en la madre, y vuelve a levantarte. Quizás hay un amor verdadero. Quizás no. Pero mientras lo encuentras, lo bailado nadie te lo quita.
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