De pronto
me puse a pensar. La gente siempre dice que es sencillo romper un corazón. Yo
no lo creo.
Hablemos
del corazón como la representación física del ser emocional y no del órgano
latiente en una cavidad del pecho. Porque de ser así, cualquier cantidad de
enfermedades podrían hacerlo y en efecto, de manera rápida y eficaz.
Pensando en
lo sentimientos, ¿no son ellos los maestros de grandes lecciones?
A lo largo
de mi vida, he tenido fuertes sentimientos hacia diferentes personas. He amado
y sufrido, no sé si más o menos que los demás. He perdido amigos, familiares y
hasta mascotas.
Puedo
afirmar que mi corazón se ha roto en repetidas ocasiones y que en ninguna de
ellas fue fácil. No es sencillo romper un corazón.
Por
principio de cuentas, se necesita tener un poder de entrega suficiente que permita
ofrecerlo de manera genuina y completa. Además, una fuerza externa de tal
magnitud que destruya el sentimiento. A veces ni la razón lo logra.
En el
intermedio está todo lo demás. Las experiencias, buenas o malas, los
sentimiento y las emociones, las carencias personales, las necesidades
cubiertas y por supuesto ese gran factor desconocido que elige a alguien en
específico sobre todos los demás.
Sin pecar
de modestia, yo me considero una persona muy entregada. Me gusta creer en lo
bueno de la gente hasta que demuestran lo contrario. Me gusta dar lo que puedo
y lo que más puedo es darme a mí. No soy alguien que va por la vida con miedo a
ser lastimado, porque me rehúso a ceder ante la inminente decepción. No puedo
imaginar mi vida con capas y escudos. Me cuesta mucho trabajo no sentir.
Hace poco
tiempo pensé que era la mejor opción. Lo intenté. De verdad lo intenté. No
pude.
Quizá
entonces estoy destinado a que me rompan el corazón. A ser el idiota que va
caminando por la vida como libro abierto. Hoy creo que no me importa.
Me parece
triste y desolador creer que tienes que jugar para conquistar a alguien. Que
tienes que mentir para ser exitoso. O pasar sobre la gente para ser alguien.
No quiero
ser parte de una estadística jodida donde todos somos tan cínicos que ya nada
importa. No quiero pertenecer a una generación de desconfiados que buscan únicamente
su realización sin espíritu.
Me gusta la
vida. Me gusta buscar sonrisas. Me gusta aprender lecciones. Y sí, cada vez que
algo falla y me duele, mi corazón se rompe un poquito. Pero aprendo. Crezco y
maduro. Busco nuevos sueños y tengo la fortuna de tener gente con quien
compartirlos.
Cada vez
que se me rompe el corazón, ahí están mis amigos. La familia de la vida que
elegí y me eligió para caminar juntos. Para crecer, para compartir y para ser.
No es fácil
romper un corazón. Así que mi propuesta es arriesgarlo un poco más. Creer un
poco más.
Ahora que
está tan en boga la idea de un cambio. Que la gente sale y se manifiesta en las
calles para pedir un gobierno mejor. Por qué no buscar un cambio desde adentro.
Ser una sociedad entregada al bien común. A fomentar ideales y valores que
puedan desarrollarse de manera personal y afectar de manera positiva a la
comunidad.
Decir “te
quiero” con mayor frecuencia. Sonreír en la calle y saludar a extraños que
topas día con día en el elevador. Creer que hay bondad en el mundo. Que se
puede ser diferente, mejor.
Yo estoy
seguro que si todos arriesgaran un poquito más de corazón el mundo sería un
lugar más feliz. La felicidad es una actitud y no un cúmulo de circunstancias.
Se multiplica cuando se comparte.
Compartir y
compartirte quizá significa mayor riesgo. Pero por supuesto, como en todas las
inversiones, también es más grande el beneficio.
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