lunes, 28 de mayo de 2012

Nunca ser sin sentir

lunes, 28 de mayo de 2012

De pronto me puse a pensar. La gente siempre dice que es sencillo romper un corazón. Yo no lo creo.
Hablemos del corazón como la representación física del ser emocional y no del órgano latiente en una cavidad del pecho. Porque de ser así, cualquier cantidad de enfermedades podrían hacerlo y en efecto, de manera rápida y eficaz.
Pensando en lo sentimientos, ¿no son ellos los maestros de grandes lecciones?
A lo largo de mi vida, he tenido fuertes sentimientos hacia diferentes personas. He amado y sufrido, no sé si más o menos que los demás. He perdido amigos, familiares y hasta mascotas.
Puedo afirmar que mi corazón se ha roto en repetidas ocasiones y que en ninguna de ellas fue fácil. No es sencillo romper un corazón.
Por principio de cuentas, se necesita tener un poder de entrega suficiente que permita ofrecerlo de manera genuina y completa. Además, una fuerza externa de tal magnitud que destruya el sentimiento. A veces ni la razón lo logra.
En el intermedio está todo lo demás. Las experiencias, buenas o malas, los sentimiento y las emociones, las carencias personales, las necesidades cubiertas y por supuesto ese gran factor desconocido que elige a alguien en específico sobre todos los demás.
Sin pecar de modestia, yo me considero una persona muy entregada. Me gusta creer en lo bueno de la gente hasta que demuestran lo contrario. Me gusta dar lo que puedo y lo que más puedo es darme a mí. No soy alguien que va por la vida con miedo a ser lastimado, porque me rehúso a ceder ante la inminente decepción. No puedo imaginar mi vida con capas y escudos. Me cuesta mucho trabajo no sentir.
Hace poco tiempo pensé que era la mejor opción. Lo intenté. De verdad lo intenté. No pude.
Quizá entonces estoy destinado a que me rompan el corazón. A ser el idiota que va caminando por la vida como libro abierto. Hoy creo que no me importa.
Me parece triste y desolador creer que tienes que jugar para conquistar a alguien. Que tienes que mentir para ser exitoso. O pasar sobre la gente para ser alguien.
No quiero ser parte de una estadística jodida donde todos somos tan cínicos que ya nada importa. No quiero pertenecer a una generación de desconfiados que buscan únicamente su realización sin espíritu.
Me gusta la vida. Me gusta buscar sonrisas. Me gusta aprender lecciones. Y sí, cada vez que algo falla y me duele, mi corazón se rompe un poquito. Pero aprendo. Crezco y maduro. Busco nuevos sueños y tengo la fortuna de tener gente con quien compartirlos.
Cada vez que se me rompe el corazón, ahí están mis amigos. La familia de la vida que elegí y me eligió para caminar juntos. Para crecer, para compartir y para ser.
No es fácil romper un corazón. Así que mi propuesta es arriesgarlo un poco más. Creer un poco más.
Ahora que está tan en boga la idea de un cambio. Que la gente sale y se manifiesta en las calles para pedir un gobierno mejor. Por qué no buscar un cambio desde adentro. Ser una sociedad entregada al bien común. A fomentar ideales y valores que puedan desarrollarse de manera personal y afectar de manera positiva a la comunidad.
Decir “te quiero” con mayor frecuencia. Sonreír en la calle y saludar a extraños que topas día con día en el elevador. Creer que hay bondad en el mundo. Que se puede ser diferente, mejor.
Yo estoy seguro que si todos arriesgaran un poquito más de corazón el mundo sería un lugar más feliz. La felicidad es una actitud y no un cúmulo de circunstancias. Se multiplica cuando se comparte.
Compartir y compartirte quizá significa mayor riesgo. Pero por supuesto, como en todas las inversiones, también es más grande el beneficio.

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